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Espero que me perdone la licencia.
NIALL FERGUSON Y SU TEORÍA DE LA CIVILIZACIÓN
Ya no es tan frecuente que una obra de Historia genere una tormenta en la opinión pública, ni que la publicación de un libro levante un enorme y apasionado debate en ámbito académico que llegue incluso a los periódicos. Algo tan inesperado ha sucedido con la aparición de la obra Civilization. The West and the Rest (The Penguin Press, Nueva York 2011*) de Niall Ferguson, la cual ha despertado enorme interés, seguido de una mayor polémica para llegar incluso a los tribunales.
El historiador
británico Niall Ferguson es un autor ya conocido tanto por su aparición
en los medios como por sus obras de planteamiento polémico (e.g. Virtual History en la que ataca la supuesta metodología lineal del pensamiento histórico moderno o Empire en la que justificaría el imperialismo europeo). Cabía esperar que con Civilization
se cumplieran ampliamente las expectativas. Como muestra de ello,
recordemos que el autor pronunció una conferencia con el título “Can
Europe collapse? And might America be next?” el seis de febrero de este
año en la Universidad de Zürich. El periódico suizo Neue Zürcher Zeitung,
que dio la noticia al día siguiente, indicaba que el aula estaba llena
media hora antes de empezar la charla, teniendo que derivar al público
restante a otra sala que también se llenó hasta el último asiento. El 21
de enero el mismo periódico había publicado una recensión de Civilization
(de la traducción alemana de 2011 publicada por la editorial Propyläen
en Berlín). El tema, naturalmente, provocaba interés por cuanto se
examinaban las causas del encumbramiento europeo y se analizaban las
repercusiones de la crisis mundial actual.
Merece la pena examinar la obra con cierta atención.
El campo de estudio
El
autor se distancia ya en las primeras líneas de la concepción
tradicional según la cual la civilización occidental ha de ser
identificada con el mundo clásico y las creaciones del espíritu. Por el
contrario Ferguson propone una visión comparativa y amplia, pero en la
que los aspectos nobles y culturales que a veces se asocian con la
palabra “civilización” no tienen el papel preponderante, sino más bien
elementos de más bajo substrato, elementos materiales y económicos que
subyacen bajo el manto de la civilización (pág. 2: “In this book I take
a broader, more comparative view, and I am to be more down and dirty
than high and mighty”). El propósito del libro no es otro que mostrar
aquello que Occidente hizo distinto al resto del mundo para poder
alcanzar la hegemonía global: “What distinguished the West from the
Rest…”.
Seis factores que no tuvo nadie más que Occidente
La base del estudio se centra en seis conceptos clave (p. 12), seis aplicaciones fulminantes o “asesinas” (es decir “killer applications”,
conviene recordar que “aplicaciones asesinas” en informática son
aquellas cuya implantación por los usuarios es de carácter definitivo,
es decir, reemplaza totalmente a un servicio tradicional; un buen
ejemplo es la implantación del correo electrónico que ha eliminado
–“asesinado”- el correo tradicional). Se trata de las “aplicaciones” que
han encumbrado a Occidente y que ahora empiezan a “descargarse” (“download”
dice el autor, continuando con el símil informático) los países
asiáticos, singularmente China, de manera que surge una mayor
competencia al mismo tiempo que Occidente da señales de agotamiento
interno.
Estas aplicaciones “asesinas” son:
- Competitividad (Competition)
- Conocimiento (Science)
- Derecho a la propiedad (Property Rights)
- Medicina (Medicine)
- Consumo (Consumer society)
- Ética del trabajo (Work Ethic)
Al objeto de apoyar las tesis del autor, Civilization
es una auténtica selva de erudición y digresiones que hemos cruzar sin
perdernos. A modo de hilo de Ariadna podemos afirmar que desde el punto
de vista del autor la competitividad (p. 19 ss), concurrencia y
abierta rivalidad entre los distintos estados europeos posibilitó que
abandonaran el estado de postración en que se encontraban después de la
caída del Imperio romano, mientras que una sociedad tecnológicamente más
avanzada como China, se estancaba precisamente por la falta de
competitividad. El papel de la ciencia fue decisivo desde el
momento en que Ilustración y la revolución científica posibilitaron la
mejora racional del ejército y las finanzas. La propiedad individual
y el republicanismo cívico es lo que hizo por ejemplo que la América
anglosajona, más dinámica institucionalmente, se encumbrara mientras la
América española, cuyas instituciones eran más antiguoregimentales, se
hundía. El régimen de propiedad en la América española garantizaba que
los indígenas seguían trabajando la tierra, pero en la América
anglosajona, el sistema más expeditivo de conquista garantizaba el
cambio de propiedad y la dinamización de la economía. Por esta razón el
autor llega a dudar que la América Latina (y España por añadidura,
podríamos decir) forme parte integrante de la civilización occidental.
La extensión de la ciencia y la medicina posibilitaron el
bienestar y el crecimiento de la población mundial (141 ss.), puesto que
el imperialismo supuso trasladar a África el ideal de progreso y de
lucha contra las enfermedades. Finalmente, el consumo y la ética del trabajo forman el cuadro de estas aplicaciones asesinas. El consumo
llevaría consigo un mensaje de libertad y democracia; pese a las
advertencias del marxismo y de los críticos de la sociedad de consumo,
el bienestar se extendió y el peligro de una revolución social en la
práctica llegó a desaparecer. La última aplicación a examen es la ética
(del trabajo y del éxito), que Ferguson pretende entender en un sentido
weberiano. Precisamente fue la superioridad institucional de Occidente
motivada por el triunfo de la ética protestante del trabajo la que
desplazó a las instituciones no europeas, cosa además de manera
pacífica, puesto que la revolución industrial nunca fue impuesta por la
fuerza y siempre fue aceptada voluntariamente. El ejemplo actual en el
que están abriéndose paso nuevas versiones de la ética protestante del
trabajo, para Ferguson, es innegablemente China, donde incluso se está
registrando el fenómeno de la conversión religiosa entre la ascendente
clase de empresarios emprendedores chinos.
Las “aplicaciones” son asumidas (“descargadas”) por otros países que entran en concurrencia con Occidente.
La
confluencia de todas estas aplicaciones simultáneamente ha posibilitado
el triunfo hegemónico de Occidente sobre el resto del mundo, lo que
habría redundado primero en beneficio propio para la cultura occidental,
pero también para el resto de la humanidad si admitimos el papel
difusor de estas aplicaciones (y en particular de la medicina) que tuvo
el imperialismo sobre el resto del mundo. Hoy en día, siempre según el
autor, Occidente se encontraría realmente amenazado tanto por su éxito
(al difundir mundialmente estas aplicaciones) como por su agotamiento
interno. Para Ferguson el mundo asiático ha comenzado a asumir las
“aplicaciones asesinas”, especialmente China, Singapur y Corea del sur;
el hecho de que “el siglo de Asia” haya comenzado y de que otras
naciones no asiáticas hayan asumido el modo de vida occidental pone en
entredicho precisamente la continuidad hegemónica de Occidente. Sin
embargo, las debilidades internas de los países no occidentales,
incluyendo China, no garantizan su éxito de manera indiscutible.
Ferguson no entiende la historia en función de ciclos de hegemonía y
decadencia; de hecho ni siquiera está de acuerdo con la teoría del
“choque de civilizaciones” de Samuel P. Huntington (p. 312), dado que
los conflictos de nuestro tiempo serían para él más étnicos que
religiosos o culturales; y también rechaza el papel decisivo e inmediato
de la crisis ecológica en el colapso a largo plazo de las
civilizaciones, que recientemente ha defendido J. Diamond (pp. 298-299).
Para nuestro autor las civilizaciones son sistemas adaptativos
complejos que no están sujetos ni a ciclos ni a leyes fijas que inviten a
una prognosis (cosa que no sorprende viniendo del autor de Virtual History
para quien la Historia se entendería mejor aplicando la teoría del
caos). Las civilizaciones, en definitiva, funcionarían durante un
tiempo, igual que un hormiguero de termitas, adaptándose a su entorno y
cuando no pudieran seguir respondiendo a los desafíos inmediatos que se
les plantean, colapsarían. Ferguson advierte ante un posible relevo en
la hegemonía mundial, pero recuerda que China tiene también sus propias
dificultades (externas como la creciente desconfianza en los países de
su entorno, e internas como que sus instituciones sean poco dinámicas,
así como la pobreza y una demografía amenazante). La amenaza
verdaderamente grave para Ferguson no es el Islam radical ni China, sino
la falta de confianza en los valores desde dentro de Occidente, en la
actual democracia nihilista, el consumismo hedonista y la propia
deslealtad hacia los valores que nos han encumbrado a los países
occidentales.
La recepción polémica de la obra
Resulta
evidente que una gran parte de las afirmaciones de Ferguson se prestan a
la discusión. La propia presentación de su tesis con constantes saltos
adelante y atrás en el tiempo y el estilo del autor pleno de
neologismos, muestra el interés por seducir y sorprender casi al estilo
de los documentales históricos para la televisión. La mención a los seis
factores históricos (“aplicaciones asesinas” tomando el lenguaje de la
informática) es ya de por sí una provocación académica, tanto como los
juicios ad hominem que el autor no escatima (por ejemplo a Marx o Gandhi) que van más allá de lo científico y que hubiera hecho mejor en suavizar.
Al
margen de todo esto, no puede negarse que la obra intenta comprender la
crisis ante la que nos encontramos y responder a la pregunta de qué
alternativas se plantean. Pero la respuesta dada por Ferguson se centra
en el protagonismo indiscutible de “su” Occidente, históricamente
llamado a defender la causa del progreso en el advenimiento de una
civilización mundial. Que no tenga ambages en afirmar que los textos
fundacionales de la civilización occidental son la Biblia del rey Jaime,
las obras de Shakespare, Smith, Locke, Darwin muestra una visión
limitada, excesivamente anglocéntrica (p. 324).
La defensa del
liberalismo y de formas de imperialismo europeo le había granjeado ya
antes muchas críticas. El 25 de marzo de 2011 se publicó en The Guardian una
recensión muy crítica que le acusaba de neoliberalismo extremo y de
haber cedido a la tentación de la “big history” casi reaccionaria.
Últimamente la hostilidad se ha hecho mucho más evidente por parte del
escritor Pankaj Mishra que publicó una recensión mucho más agria de la
obra de Ferguson el 3 de noviembre de 2011 en el London Review of Books
(vol. 33, n.21), ante dicha recensión Ferguson sintió que estaba siendo
acusado de tener una visión del mundo cercana al conservadurismo
supremacista, cuando no declaradamente racista, lo que motivó de
inmediato sus protestas y el desencadenamiento de un conflicto que
amenazaba con llegar a los tribunales, del que se hizo eco la prensa no
exclusivamente científica (The Atlantic Wire, el 29 de noviembre de 2001 y The Guardian,
tres días antes). Con certeza las alusiones supremacistas sobre la obra
de Ferguson son excesivas, para darse cuenta de ello bastaría con
recordar su matrimonio con la activista de origen somalí Ayaan Irsi Ali,
o incluso la propia lectura de su Civilization a propósito de
las actividades coloniales alemanas en Lüderitz a principios del siglo
XX y los experimentos de higiene racial allí realizados por el Dr. Eugen
Fischer (pp. 180-181). Sí podría prestarse, en cambio, a discusión un
claro anglocentrismo, ya que el propio autor rechaza cualquier
relativismo y propugna una defensa de los valores del occidente
anglosajón y americano, liberal y protestante, defensa que a veces se
diría sentimental o ideológica.
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