dijous, 26 de febrer del 2009

La autopsia confirma que el 'hombre de los hielos' fue asesinado

Ötzi, hombre momificado de hace 5.000 años hallado en los Alpes.
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Ötzi, hombre momificado de hace 5.000 años hallado en los Alpes.- AFP

Aquí descansaba Ötzi
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El análisis de Ötzi, la momia de hace 5.300 años hallada en los Alpes, prueba que murió durante un ataque rival

EFE - Roma - 29/01/2009

Los últimos análisis realizados sobre la momia humana más antigua del mundo, de 5.300 años de antigüedad y conocida como el hombre de hielo, han desvelado que fue asesinado a golpes y flechazos, informó hoy el diario Corriere della Sera. Desde su descubrimiento, Ötzi, como se conoce popularmente a la momia al haber sido hallada en 1991 entre los hielos del valle de Ötz, en la región alpina italiana del Alto Adige, ha sido sometida a numerosos exámenes que han establecido todos los detalles sobre su vida: que fue un habitante de los Alpes italianos, del 3300 a. C. (en la edad del Cobre europea) y que murió a los 46 años.

Pero el gran misterio que ha rodeado al hombre de hielo en todos estos años era saber cómo murió, ya que en un principio se pensó que fue sorprendido por una tormenta mientras se encontraba cazando cerca de su poblado. Sin embargo, algunas heridas en su cuerpo hicieron sospechar a los investigadores. Los últimos exámenes realizados por un equipo de la Universidad LMU de Múnich (Alemania) en colaboración con el Instituto de Patología de Bolzano (Italia) han desvelado que el hombre de los hielos murió tras varios ataques por parte de algunos rivales.

Herido de flecha y rematado

"Resulta que Ötzi fue golpeado dos veces en sus últimos días de vida y en dos ataques separados", explicó el jefe del equipo de científicos, Andreas Nerlich, en declaraciones al diario Corriere della Sera. Las heridas, encontradas 5.300 años después de su muerte, son tres: un profundo corte en la mano, fruto de un primer ataque, y después una herida de flecha, cuya punta ha sido encontrada bajo la axila derecha. Los científicos aseguran que poco después de ser herido, mientras se desangraba, recibió el definitivo golpe mortal en la espalda con un objeto contundente.

Cuando fue encontrado, el hombre de hielo vestía unas calzas de piel de cabra y sombrero y junto a él había un hacha de cobre y un carcaj llenó de flechas. El año pasado, la turista alemana Erika Simon, que junto con su marido, recientemente fallecido, encontró los restos de Ötzi consiguió tras una larga batalla legal recibir 150.000 euros de recompensa por parte de la región de Bolzano, que expone la momia en su museo. La pareja había recibido en 1994 una recompensa simbólica de 5.200 euros. Una cantidad que consideraron injusta por tal descubrimiento.

divendres, 13 de febrer del 2009

Mapa detallado del Imperio Romano

http://www.wmw.ca/romemaps/ROMEALL.GIF

La conquista musulmana de la península ibérica



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Las tesis tradicionales están ya ampliamente superadas. Estas se basaban en la conjura de judíos y witizanos o en la venganza del Conde D. Julián, gobernador de Ceuta, al ser su hija deshonrada por D. Rodrigo. Así la conquista musulmana de la Península Ibérica hay que enmarcarla en dos hechos fundamentales:

La penetración del poder musulmán en la P. Ibérica tiene lugar en el contexto de guerra civil entre los witizanos y D. Rodrigo (candidato apoyado por la nobleza)(1), por un lado y dentro del contexto de la expansión del Islám en aquellos momentos mapa.gif (987 bytes), por otro, siendo un acontecimiento más de la misma.

Imagen de la película Mahoma el Mensajero de Dios, Distribuida por MANGA FILMS

Imagen de la película Mahoma el Mensajero de Dios
Distribuida por MANGA FILMS S.L

En 711 las tropas de Tarik Narración Texto, lugarteniente de Muza, (gobernador de Ifriquiya) cruzan el estrecho y aprovechando la ausencia de D. Rodrigo que estaba en el norte en una campaña contra los vascones, inicia la penetración sin resistencia de la población de Andalucía.

Esto corrobora los pactos con los witizanos y el apoyo de la población judía. Derrotado y muerto D. Rodrigo en Guadalete, llegan hasta Toledo que les abre las puertas (allí estaba Oppas. el hermano de Witiza)

En 712 se inicia la conquista sistemática: Muza pasa a Hispania con más contingentes y va tomando las principales ciudades Sevilla, Carmona, Mérida, Toledo, Zaragoza, Pamplona, donde llegaron en el 714 . Tariq y Muza en ese año se dirigieron hacia Damasco para dar cuenta de su actuación y al frente del gobierno quedaba Abd-al-Malik que aumentó las conquistas peninsulares hasta Barcelona, 718.

En los primeros momentos los musulmanes no innovan, al igual que lo habían hecho en otras zonas conquistadas (bizantinas y persas) aceptan la organización existente y se superponen a ella; de hecho sustituyen a los reyes visigodos y, como ellos, encontrarán dificultades para asegurar el dominio en las zonas del norte del la Península.

Los dominios visigodos de las Galias no fueron ocupados hasta el 720: Al Samh entró en Narbona y puso fin al dominio del noble Ardón en esas tierras. Los intentos de penetrar en Aquitania fracasaron por las divisiones del islam, a pesar de la ayuda prestada por nobles francos enemistados con Carlos Martel, quien derrotó a los árabes en Poitiers. Esto supuso en breve plazo el repliegue de los árabes a los Pirineos, tras el avance franco en el sur de Francia por Pipino el Breve ( el padre de Carlomagno) en Septimania y Provenza.

Los primeros 50 años de la historia del Al Andalus, hasta la fundación del Estado Omeya , se caracteriza, fundamentalmente, por dos hechos fundamentales:

  1. La expansión del dominio musulmán: los pactos y la tributación.
  2. A partir del 732 la oposición de las primeras tensiones entre árabes y bereberes (en torno a la ocupación y el reparto de las tierras) que desembocarían en la crisis de los años 741-755.

La Península Ibérica fué sometida al Islam de dos maneras:

Por las armas: Una vez vencida una plaza se firmaba capitulación, la población no podría abandonar la ciudad y perdían sus bienes, que pasaban a ser parte del botín y entraban en servidumbre.

Por pactos Texto del pacto con Teodomiro : bien con la población (caso de Mérida, de Sevilla, de Córdoba). Las ciudades conservaron así sus leyes, su organización política, su religión y eran sometidas al pago de impuestos que la ley musulmana imponía a los no musulmanes. O bien con particulares, de los que conocemos casos como el de Teodemiro: funcionario visigodo que gobernaba una amplia zona de Murcia y Alicante. Conservó sus riquezas, su poder y sus posesiones eran hereditarias, pasaron a su hijo Atanagildo. A cambio, tenía un vínculo de fidelidad personal con los árabes.

Caso similar sería con los sucesores de Witiza- que según la Crónica Mozárabe, fué en el s. VIII la máxima autoridad reconocida por los árabes sobre la población cristiana y que ostentaba la dignidad de "comes de Al-Andalus" y "príncipe de los españoles sometidos" y era el encargado de recoger la tributación territorial.

Los particulares conservarían sus bienes patrimoniales, y sólo se confiscarían los bienes de los muertos, los huídos y de la Iglesia.

Así, la mayor parte del territorio permaneció en manos de los indígenas, pues la mayoría de la nobleza pactó con los musulmanes, quienes, prefirieron proteger sus dominios a costa de perder cierta independencia. (Ejm. la familia de los Banu Quasi en el Valle del Ebro). Esto explica la rápida asimilación de las formas de vida musulmanas entre la población hispanovisigoda.

Las tierras tomadas por las armas fueron repartidas: un quinto (jums) pasó a manos del estado y el resto se repartió entre los conquistadores siguiendo dos modalidades: en pleno dominio o como una cesión por parte del estado, que implicaba el usufructo de éstas (IQTA territorial), una especie de "beneficio".

En cuanto a las modalidades de asentamiento de los musulmanes es un tema poco conocido por la historiografía actual. Pero parece que hay unanimidad en su distribución geográfica:

- Los árabes (baladiyum) venidos con Muza se instalaron en zonas de llanura, en torno a los valles de los grandes ríos y en lugares próximos a las costas mediterráneas andaluzas y en las huertas levantinas. Cogieron las mejores tierras.

- Los bereberes se quedaron en lugares más afines con su antiguo hábitat marroquí, ocuparon zonas de elevada orografía, tanto en el centro .-sistema Central, Extremadura- como en Andalucía -Serranía de Ronda, Cord. Penibética, el Algarve...

- Los sirios procedentes de los "yund" -acantonamientos militares de Siria o Egipto- que pasaron a la península para ayudar a reprimir la sublevación de los bereberes del 741, fueron asentados en zonas del sureste de Andalucía, de forma muy similar a la situación que anteriormente tenían en sus países de oregen, esto es, de acantonamientos militares.

Para saber más...

Luis A. Ortega Proyecto Clío

Notas

1. Durante los últimos años del reino visigodo se reforzó la tendencia que convertía al monarca en el mayor propietario de bienes raíces con hombres dependientes y de metales preciosos transmisibles por vía hereditaria. Lo mismo había ido sucediendo con miembros de la alta nobleza que pretendían transmitir por vía hereditaria bienes muebles, inmuebles y cargos. El Reino Visigodo estaba inmerso en un proceso de feudalización. La Guerra Civil se debido a las pretensiones al trono de D. Rodrigo y de los hijos de Witiza -éste había sido nombrado sucesor por su padre Egica-. Las fuentes son confusas en cuanto a la información de la conquista musulmana. Además no era la primera vez que se llamaban a tropas extranjeras en apoyo de uno u otro bando (bizantinos con Atanagildo para deponer a Achila I, la de Hermenegildo contra su padre Leovigildo, la de los francos que apoyaron a Sisenando contra Suintilla, la de los Vascones contra Recesveinto la alianza de Paulo con los vascones y francos contra Wamba.

Fuente: PROYECTO CLÍO, http://www.blogger.com/post-create.g?blogID=5954389888771113657


Castillos y fortalezas medievales

mede_fm_ilu.jpg (4616 bytes)Descripción del recurso

Composición con los principales elementos de los que constaba un castillo, su utilidad e importancia.

Partes de un castilloMapa de imagen

Los castillos son las construcciones más emblemáticas del feudalismo. Para conocer algunas de las partes de un castillo presiona en las zonas activas o pulsa en este enlace.

Comentario

El denominado proceso de encastillamiento de la Europa medieval se realiza en tres fases a las que corresponden tres tipos de fortaleza:

  • Los castrum, o formaciones rocosas para refugio del pueblo (siglos VI al VII).

  • Construcciones más reducidas en estos mismos lugares o en motas creadas por movimientos de tierras con gran capacidad defensiva (siglos X al XIII).

  • Reductos de defensa menos altaneros, pequeñas motas señoriales o casas fortificadas (siglos XIV y XV).

La multiplicación de castillos se produce a partir del siglo X y hasta el siglo XV, y muchos de estos castillos no están relacionados directamente con la defensa. Estos pertenecen al rey,condes, obispos, etc., en los que poseen un guarnición (milites castri). Estas estructuras guerreras no tienen como único fin el asegurar la paz en la región, sirven también al señor para extender su dominio y hacerlo más provechoso.

Las fortalezas juegan un papel muy importante en las guerras medievales. En realidad estas consistían en una sucesión de asedios y unas pocas batallas más solemnes y sangrientas.

Los primeros castillos fueron simples torres rodeadas por empalizadas. En las fortificaciones había mucha madera que fue sustituyéndose por piedra a partir del siglo XII. Las murallas se fueron haciendo más gruesas y altas, reforzándose con taludes. Se crean barabacanas, torres cubiertas,matacanes, puetes levadizos, etc. Se construían más torres distribuidas por las cortinas de muros. cada vez más robustas e independientes como la torre albarrana (destacada del muro) y fosos más profundos.

Fuente: http://clio.rediris.es/clionet/fichas/mede_fortalezas.htm


Luis Ortega (IES Luis Buñuel de Móstoles) Proyecto Clío


El paso de la Antigüedad a la Edad Media. ¿Ruptura o continuidad? un análisis historiográfico.

Rómulo Augusto

Nelson Pierrotti

¿Por qué cayó Roma ante los bárbaros? Las teorías son muchas y las razones que se dan muy diversas. En setiembre de 476 el último emperador romano de Occidente, Rómulo Augusto, fue depuesto por el príncipe germano Odoacro. Tradicionalmente, se considera que ese acontecimiento puso fin al Imperio romano y a la Antigüedad misma. Pero, ¿cayó realmente el poderío romano o solo se transformó? ¿Le puso fin al Mundo Antiguo? ¿Cuán importante fue para la historia posterior de Europa la situación de Roma en el siglo V? ¿Qué pasaba en el mundo a su alrededor?


artículo completo>>

Fuente: http://clio.rediris.es/

Vercingetórix, el héroe que unió a los galos contra César


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FUENTE: EUREKA, escrito por Núria Soto
martes, 05 de febrero de 2008

Vercingetórix, el héroe que unió a los galos contra César

El orgullo del pueblo galo es conocido por todos gracias a los cómics de Astérix.

En el volumen titulado El Escudo Arverno, Astérix y Obélix recuerdan la victoria de Vercingetórix en la batalla de Gergovia, pero se niegan a hablar de Alesia, el lugar donde los galos fueron finalmente vencidos por los romanos. Sin embargo, el pueblo galo podía estar orgulloso de esta derrota. Con Vercingetórix al mando, las diferentes tribus de la Galia se unieron para hacer frente a Roma y ofrecieron una fuerte resistencia hasta el final.

¿Dónde estaban las Galias?

Según las distinguían los romanos, la Galia Cisalpina estaba en el norte de Italia, antes de cruzar los Alpes, y la Galia Transalpina estaba al otro lado de los Alpes, desde el norte de Italia.

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La Galia Comata comprendía las actuales Francia y Bélgica, era la más extensa y se denominaba así, que en latino significa Galia Cabelluda, porque sus habitantes se dejaban el pelo muy largo.

Aunque la gente del sur estaba muy romanizada, la Galia Cisalpina casi no participaba en los asuntos romanos ni disfrutaba de las ventajas de los aliados de Roma. Ni siquiera se reclutaba a los habitantes para la infantería romana.

La Galia Transalpina había sido conquistada por los romanos en el año 120 a.C. para asegurarse el paso de los ejércitos hacia Hispania. La Galia Cabelluda no fue conquistada hasta la época de Julio César.

¿Quiénes eran los galos?

Los habitantes de las Galias, los galos, conocían la existencia y el poder de los romanos y en general evitaban cualquier contacto con ellos. Eran agricultores y granjeros que defendían firmemente a sus campos y a su rey. Guerreros temibles, pero sin afán de expansión.

Sus sacerdotes recibían el nombre de druidas. Y su costumbre era fabricar y beber cerveza, lo que los romanos ni entendían ni aprobaban, aficionados como eran al cultivo de la viña. Altos y fornidos, rubios o pelirrojos y de ojos azules o grises, para los romanos, los galos eran bárbaros, pueblos con costumbres completamente diferentes. Pero tenían una civilización adelantada y un gran comercio establecido.

La guerra de las Galias

La Guerra de las Galias comprendió una serie de ocho campañas anuales, desde el 58 hasta el 51 a.C., realizadas por las legiones romanas comandadas por Julio César contra los pueblos galos, y que permitieron a la República Romana anexionar todo el territorio de la Galia, e incluso algunas partes de la Germania.

En el año 58 a.C. Julio César recibió poderes para gobernar la Galia Transalpina, en el actual sur de Francia, durante 5 años; en vez de realizar un mandato rutinario, inició esta guerra para conquistar la Galia Cabelluda. Se trataba de un territorio llano, con grandes bosques y muchos recursos agrícolas por explotar; y los romanos sabían que las tribus celtas que la habitaban se peleaban entre ellas continuamente.

Julio César allí se dirigió con la excusa de que debía socorrer a una tribu aliada de Roma, los eduos, que habían sido invadidos por los belgas. Sin embargo, una vez allí, decidió quedarse con sus seis legiones. Esto provocó la inquietud de los galos y el inicio de las luchas con los romanos.

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Julio César.

Vercingetórix el galo

En el año 53 a.C., Julio César había vencido todas las batallas contra los galos aprovechando su punto débil: la división que reinaba entre los diferentes pueblos de la Galia.

Sin embargo, aquel mismo año, la tribu de los eburones, dirigida por el galo Ambiorix, se rebeló contra la invasión romana, y derrotó a una de las legiones de César, que perdía así una cuarta parte de sus tropas. La rebelión de los eburones fue la primera derrota clara de los romanos en la Galia e inspiró sentimientos nacionalistas revolucionarios por toda la región.

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Moneda de Vercingetórix.

Las tribus galas empezaron a darse cuenta de que sólo vencerían a Roma si se mantenían unidas. Y se convocó un concilio de dirigentes en Bibracto.

El concilio declaró a Vercingetórix, cuyo nombre significa “el gran jefe de los guerreros”, comandante de los ejércitos unidos de la Galia. Vercingetórix, de la tribu de los arvernos, fue el único jefe de tribu que supo convencer a buena parte de los jefes galos de la necesidad de unirse bajo su mando para hacer frente a Roma.

La batalla de Gergovia

La estrategia de la tierra quemada

En el momento de la alianza de los galos en contra de los romanos, Julio César se encontraba en su campamento de invierno, situado en la Galia Cisalpina. En seguida se enteró de la matanza de todos los ciudadanos romanos, tanto colonos como comerciantes, que se había producido en las ciudades galas más importantes y se vio obligado a volver inmediatamente, atravesando los Alpes en pleno invierno, para sofocar la nueva revuelta.

César se dirigió rápidamente hacia al norte en persecución de Vercingetórix y fue destruyendo ciudades a su paso. Sin embargo, esto era precisamente lo que quería Vercingetórix, atraer a César, evitando el combate frente a frente, en el cual se pondría de manifiesto la superioridad de los romanos. Al mismo tiempo, a su paso quemaba y destruía ciudades y campos con el fin de impedir que las tropas de César consiguieran alimento. Con esta táctica, denominada de la tierra quemada, los galos pretendían debilitar a su oponente.

Vercingetórix vence a los romanos

Los galos, interesados en el desgaste de los romanos, evitaban el enfrentamiento directo. Los dos ejércitos ya se encontraban muy cerca, cada uno en una orilla del río Allier, cuyos puentes habían sido destruidos.

Los dos ejércitos avanzaban hacia al sur, cada uno por su lado del río, hasta que un día Julio César escondió dos legiones y dejó que la columna principal continuara adelante. Vercingetórix siguió a los romanos hacia el sur como cada día desde el otro lado del río. Entonces las dos legiones que permanecían escondidas cruzaron el río y se acercaron a los galos por la retaguardia, obligando a Vercingetórix a huir para retirarse a Gergovia, una gran fortaleza situada en una meseta de pendientes muy pronunciadas.Vercingetórix mantenía una posición defensiva muy fuerte desde el cerro de Gergovia, de modo que César quiso sitiar la fortaleza con un nuevo engaño.

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(c) Look & Learn Magazine.

Hizo adelantar la caballería por la parte más transitable, mientras que el resto de la legión empezaba a atacar por una de las zonas con más pendiente. Sin embargo, Vercingetórix se dio cuenta a tiempo de la estrategia y envió refuerzos para contener el ataque inesperado. Desde su posición aventajada, infringió una dura derrota a los romanos, que se vieron obligados a retirarse, tras sufrir muchas bajas. El héroe galo se procuró así el apoyo de más tribus. La batalla de Gergovia había dado la vuelta a la tortilla en favor de los galos: eran ellos quienes ahora amenazaban los romanos.

La batalla de Alesia

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Vercingetórix pide ayuda a los galos en la defensa de Alesia.

Una fortificación sorprendente

En el verano del año 52 a.C., Julio César salió victorioso de los diversos enfrentamientos que tuvieron lugar entre las caballerías romana y gala, de forma que Vercingetórix decidió que no era el momento para una batalla a gran escala y agrupó a sus tropas en la fortaleza de Alesia, donde se produciría la batalla definitiva que pondría punto y final a la Guerra de las Galias.

Alesia estaba situada en la cumbre de un cerro y contaba con importantes defensas, se trataba de una fortaleza natural muy parecida a Gergovia, desde la cual se dominaban todos los valles de los alrededores. Ante la imposibilidad de un asalto frontal y tras la derrota de Gergovia a causa de un ataque precipitado, César decidió aislar a sus enemigos y hacer que se rindieran por hambre y por sed.

Para asegurarse un perfecto bloqueo, mandó construir un perímetro circular de muros de 18 kilómetros de longitud y de 4 metros de altura, con torres espaciadas regularmente, algunas de hasta 24 metros de altura. También excavaron fosos de 4 metros y medio de anchura y de cerca de medio metro de profundidad. El foso más cercano a la fortificación se llenó de agua desviada desde los ríos cercanos, otro de los fosos fue construido en forma de V para que no se pudiera poner el pie en el fondo. Finalmente, se colocaron toda clase de trampas: agujeros ocultos, palos afilados, estacas de hierro, etc.

Esta obra de ingeniería sorprendente fue edificada en tan sólo 3 semanas y constituye una de las estratagemas más astutas de la historia militar. Aun así, no nos debe extrañar tanto. César era un especialista: en una ocasión, cuando ejercía de regidor en la ciudad de Roma, había desviado el río Tíber hasta al interior del Circo Máximo para simular una batalla naval como entretenimiento del público.

bviamente, el ejército de Vercingetórix intentó boicotear los trabajos romanos, pero no pudo impedirlos. Aun así, una parte de la caballería pudo escapar de la ciudad por una de las secciones que todavía no estaban acabadas. Entonces, César, que preveía la llegada de tropas de socorro que lo atacarían desde fuera, hizo construir una línea defensiva exterior, parecida a la primera, de unos 21 kilómetros de perímetro. De este modo, los romanos quedaban protegidos entre ambas fortificaciones. ¿Conseguiría Vercingetórix acorralarlos y hacer que Julio César quedara atrapado en su propia trampa?

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Una lucha encarnizada

A los galos, cercados dentro la fortaleza de Alesia, les empezaron a escasear los víveres. 80.000 soldados más la población civil autóctona era demasiada gente para las pocas provisiones que quedaban. Según los cálculos de Vercingetórix, la comida no duraría ni un mes. Así, la tribu de los mandubios, originarios de Alesia, decidió expulsar de la fortaleza a todo aquel no apto para la lucha, es decir, a las mujeres y a los niños. Tenían la esperanza de que César los dejaría escapar o los haría esclavos, lo cual, pensaba Vercingetórix, daría
a su ejército una oportunidad para romper las filas enemigas. Sin embargo, César tampoco podía permitirse el lujo de alimentarlos, así que ordenó que no se hiciera nada por ellos. Mujeres y niños de Alesia, junto con discapacitados, murieron de hambre entre las paredes de la ciudad gala y de la fortificación romana.

Poco después, cuando los hombres de Vercingetórix amenazaban ya con la rendición, las tropas galas de refuerzo hicieron aparición. Mientras éstas asaltaban las murallas exteriores, el ejército de Vercingetórix atacaba las interiores. Aun así, todo esfuerzo fue en vano.

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Al día siguiente, en cambio, sí que los galos tuvieron más suerte. Atacaron a los romanos durante la noche, amparados por la oscuridad, y estuvieron a punto de vencerlos, pero la caballería reaccionó deprisa y salvó la situación. A estas alturas, la situación del ejército de Julio César era también delicada. Se empezaban a racionar los alimentos y los hombres estaban extenuados.

El pánico delante de la derrota

Al día siguiente, el 2 de octubre del año 52 a.C., los galos descubrieron lo que César había conseguido esconder hasta entonces: el punto débil de la línea de defensa de los romanos, el punto de la fortificación por donde resultaba más fácil atacarlos. Se trataba de una zona en la que obstrucciones naturales impedían la construcción de una muralla continua. Esta vez los galos pusieron a los romanos entre la espada y la pared. Entonces César decidió arriesgarse y agotar sus últimas fuerzas de reserva. Ataviado con la inconfundible capa roja y cabalgando su caballo blanco, él mismo recorrió el perímetro animando a los legionarios, lo que los impulsó a lanzarse ferozmente contra los galos en un último esfuerzo. El pánico se apoderó de las tropas de Vercingetórix, que trataron de huir, pero fueron exterminadas a causa de la desorganizada retirada.

La derrota final de las Galias

Dicen que, tras la derrota de Alesia, cada hombre de las legiones de César recibió un galo como esclavo. Alesia fue el final de la alianza y la resistencia galas. Las Galias pasaron a ser provincias romanas y no volvería a haber ningún movimiento para una nación unida y libre hasta el siglo III d.C. La victoria de César supuso, pues, la romanización de la Europa Occidental.

Además, el éxito de Alesia contribuyó enormemente a aumentar el poder y la ambición de Julio César, que crecerían hasta transformar la Antigua República Romana en el Imperio Romano.

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La rendición de Vercingetórix delante de Julio César.


¿De dónde procede el nombre de los meses del año?

¿De dónde procede el nombre de los meses del año?
Originariamente, el calendario primitivo de Roma se dividía solamente en 10 meses. Fue Numa Pompilio, el segundo rey de Roma (715-672 a. de C.), quien adaptó el calendario al año solar y le agregó los 2 meses restantes.

- ENERO. Éste fue el primer mes añadido. Su nombre antiguo era Ianuro, en honor al dios Iano, que era el protector de puertas y entradas. A esta divinidad se la representaba con una vara y una llave.
- FEBRERO. Incorporado en segundo lugar por Numa Pompilio, lo dedicó a Plutón o Februo, para que éste aplacara sus iras.
- MARZO. Proviene de Marte, dios de la guerra, porque en este mes se iniciaban las campañas bélicas.
- ABRIL. Procede del término griego afros, que significa espuma, de la que surgió Venus. Se dedicó a la fertilidad.
- MAYO. Es un homenaje a los ancianos o protectores del pueblo, ya que deriva de la palabra latina majorum, que significa mayores. Otros atribuyen su nombre a la diosa Maya, la esposa de Vulcano.
- JUNIO. Representado como un segador de heno, supone un homenaje a los jóvenes, ya que proviene del término latino junior.
- JULIO. Julio César le dio su nombre, ya que él nació en este mes. Debido a que era la época en que se llevaba a cabo la recolección del trigo, se representaba con un segador practicando esta faena agrícola.
- AGOSTO. Rinde homenaje al emperador Augusto. Inicialmente constaba de 30 días y se llamaba Sextilis; Numa Pompilio le quitó 1 día y Julio César le añadió 2 más.
- SEPTIEMBRE. Como al principio ocupaba el séptimo lugar (septem, en latín), conservó su originaria denominación a pesar de ser el noveno. Diferentes escenas de vendimia representan este mes, dedicado al dios Vulcano.
- OCTUBRE. En este caso, ha conservado también su nombre original de la época de Rómulo, del término latino october: octavo. Tanto la vendimia como la siembra, tareas de la época que marca, servían para simbolizarlo.
- NOVIEMBRE. Mientras que su denominación ha perdurado desde que ocupaba el noveno lugar (november), sus días sufrieron cambios hasta llegar Augusto, quien los dejó en 31.
- DICIEMBRE. A pesar de estar en el último puesto, sigue conociéndose por la posición décima originaria.

Fuente: http://www.muyinteresante.es/index.php/palabras/73/4012-ide-donde-procede-el-nombre-de-los-meses-del-ano

¡Del hambre, la guerra y la peste, líbranos Señor!


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MUY HISTORIA Jueves, 08 de Enero de 2009
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La sociedad del Medievo se movió al ritmo que marcaba la Iglesia, presente en todas las facetas de la vida. Pero muy pocos de aquellos cristianos europeos alcanzaban la madurez vital. Sólo llegaban a viejos quienes lograban sobrevivir a las frecuentes epidemias, el hambre continua y las abundantísimas guerras.


Según la visión más tradicional, la Edad Media discurre entre el 476 y el 1453 ó 1492. El estudio de la vida cotidiana a lo largo de ese milenio es, en la actualidad, preocupación de un creciente número de investigadores. Entrar en ese terreno implica tener permanentemente en cuenta un hecho: la omnipresencia de unas claves religiosas –ya de origen académico, ya de raíz popular– con las que se desea dirigir y explicar el diario acontecer. San Agustín y San Isidoro, dos de los pilares del pensamiento medieval, nos hablaron de un paralelismo entre los siete días de la creación, las siete edades de la Historia en general, y los siete momentos de la vida del hombre en particular: infancia, puericia, adolescencia, juventud, madurez, vejez y senilidad. Lo que parece quedar claro para todos es que llegar a la senectud en el Medievo era una auténtica hazaña biológica. Una excepción que rompió la regla de las limitadas esperanzas de vida la constituyó la serie de longevos abades de Cluny que, desde Bernon (principios del siglo X) a Pedro el Venerable (primera mitad del siglo XII) gobernaron el gran centro monástico borgoñón durante dilatados periodos: el registro más alto lo marcó Hugo el Grande, entre el 1049 y el 1109. La norma, por el contrario, la constituirían las muy poco halagüeñas perspectivas de vida que se daban, con no demasiadas variaciones, a través de toda la Edad Media.

Las fuentes narrativas, referidas esencialmente a las categorías superiores, han recibido el impagable apoyo de la arqueología a la hora de trazar lo que, desde los actuales parámetros, es un sombrío panorama demográfico. Las excavaciones de necrópolis carolingias de los siglos VIII y IX, por ejemplo, hacen pensar que entre el 40 y el 50% de los inhumados no llegaron a la madurez; y que hasta el 25% alcanzaron sólo un año de vida. En siglos posteriores, ni siquiera principios del siglo XIII, cuatro murieron en los primeros meses y dos no llegaron a los nueve años. De los catorce monarcas de Castilla y León que reinaron entre principios del siglo XIII (Alfonso VIII) y finales del XV (Enrique IV), tan sólo dos (Alfonso IX y Alfonso X) alcanzaron los sesenta años de edad. De los restantes, uno (Alfonso VIII) superó la cincuentena; y tres (Enrique I, Fernando IV y Enrique III) murieron sin llegar a alcanzar los treinta. Es evidente que en la base de esas limitaciones se encontraban los riesgos inherentes a la problemática secuencia embarazo-parto-puerperio-primera infancia, posiblemente la principal causa de muerte entre mujeres y bebés. A esa contingencia se sumaron otras que marcaron en todo momento la evolución de las sociedades del Medievo. Una difundida invocación al Altísimo habla de tres muy especiales: “¡Del hambre, la guerra y la peste, líbranos, Señor!”

La escasez de comida en el Medievo fue producto de una dramática concatenación de factores; algunos de ellos han pervivido hasta el presente. Serán la escasa productividad de la tierra, dada la pobre fertilización, o el elemental utillaje agrícola apenas mejorado por avances como la expansión del arado de vertedera frente al clásico arado romano.

Serán las intemperancias climáticas marcadas por sequías, pedriscos, heladas o pluviosidad inclemente. Serán las plagas de insectos y roedores y las epizootias (epidemias de animales), difíciles todas ellas de combatir. Y serán también factores estrictamente humanos: esas guerras endémicas que asolan los campos o el pobre mantenimiento de una red distribuidora alterada, además, por la enorme compartimentación del poder político. De las cíclicas hambrunas que padeció Occidente, una está especialmente documentada: la de 1317, que anticipaba la cadena de desgracias del ocaso de la Edad Media.

Hablar de guerra en el Medievo no es tanto hacerlo de enfrentamientos con un enemigo exterior al estilo de las Cruzadas, de la Reconquista española o de los grandes conflictos internacionales tipo Guerra de los Cien Años. Es referirse sobre todo al infernal ritmo de vida marcado por la anárquica violencia que imponen los miembros de una bronca clase feudal: los bellatores, los que hacían la guerra. Ellos creaban un reiterado sentimiento de inseguridad entre los más desfavorecidos: los laboratores, los que trabajaban con sus manos. Los oratores eran los hombres de Iglesia que rezaban también afectados por ese desorden institucionalizado y que trataron de ejercer su autoridad moral desde el concilio de Charroux (989).

Le sucedieron numerosas Asambleas de Paz y Tregua de Dios celebradas en distintas localidades del Occidente. So pena de incurrir en severas condenas canónicas como la excomunión, prohibieron el uso de las armas entre cristianos durante determinados días de la semana y durante ciertos periodos, de acuerdo al calendario litúrgico. Se anatematizaron, asimismo, los ataques al personal no combatiente: trabajadores de la tierra, niños y mujeres, clérigos, peregrinos y mercaderes. La condena se extendió también a la destrucción indiscriminada de cosechas e instrumentos de producción. Se intentaba con todo ello transformar los enfrentamientos entre categorías sociales –guerreros, campesinos y eclesiásticos– en una, por lo general, utópica colaboración mutua.

Los estudios sobre las enfermedades del Medievo han avanzado en los últimos años, tanto desde la óptica de la ciencia médica como desde la perspectiva de la historia de las mentalidades. Amén de esos riesgos del nacimiento a la propia vida o de los devastadores efectos de una crónica malnutrición, las fuentes del Medievo situaron en un lugar de dudoso honor las recurrentes fiebres palúdicas que debilitaban las defensas corporales, acortando así las expectativas de vida. Frente a éstas y otras desgracias, la sociedad actuaba con los limitados recursos sugeridos por los tratados de medicina –que seguían en muchos casos la tradición árabe y hebrea– y con la creación de una importante red asistencial, que procuraba amparo a enfermos, desvalidos de todo tipo y a peregrinos. Además, los centros fueron impulsados desde diversas instancias: la Iglesia –era modélico el Hotel-Dieu de París–, los príncipes –caso del Hospital del Rey, fundado por Alfonso VIII en Burgos en 1195–, las autoridades municipales, o importantes dignatarios, como el Canciller borgoñón Rolin con el Hospital de Beaune (1445), joya de la arquitectura civil del momento.

Por encima de todo quedaban los acendrados ejercicios de fe en los poderes de esos santos sanadores especializados en la cura de determinados males: San Roque para la peste, San Benito para la litiasis (formación de cálculos en la vejiga), San Antonio para el ergotismo o “mal de los ardientes”, San Lázaro para la lepra y San Mauro para la gota. Se erigieron también santuarios, que son importantes metas de peregrinación y se convirtieron en escenario de esos milagros terapéuticos tan característicos de la hagiografía medieval.

Dos enfermedades transmitieron auténticos pánicos y paranoias. Una fue la lepra, con sus connotaciones no sólo físicas sino también morales, heredadas de la tradición bíblica. Frente a ella se levantará una amplia red de lazaretos (hospitales) de muy distinta importancia. El cronista Mateo París habla de hasta diez y nueve mil (cifra posiblemente abultada) para el conjunto de la Cristiandad a mediados del siglo XIII. Se logró así un férreo aislamiento de los afectados convertidos, tras un solemne ritual de exclusión, en auténticos muertos en vida. A fines del Medievo, sin embargo, se había logrado que la lepra estuviera en franca regresión en Occidente.

El otro terrible mal fue la peste. Estamos ante una expresión demasiado vaga, ya que por pestis, tanto la Antigüedad como el Medievo, designaban todo tipo de enfermedad infecto-contagiosa de difícil prevención y de efectos letales generalizados. La Peste Negra fue la peste por antonomasia y se manifestó de forma especialmente dramática con la epidemia que asoló Europa a partir de 1348 y hasta 1351. Autores como Giovanni Boccaccio nos dicen que arrebataba de forma irremisible la vida a los pocos días de contraerse. El número de bajas fue ciertamente difícil de establecer, aunque se fijó en diversas fuentes de la época –como las Crónicas, de Jean Froissart– en torno a un tercio de la población. Nuevos brotes menos generalizados se dieron en los años siguientes, hasta el ocaso mismo del Medievo.

Las élites eclesiásticas presentaron la vida en este mundo como una permanente vigilia ante el hecho irremediable de la muerte; tanto más temible si era imprevista (subitanea mors). Una buena muerte era, después de todo, el final de esa peregrinación (transitum) por un mundo plagado de limitaciones y de tentaciones. Las catástrofes demográficas de finales del Medievo –con la Peste Negra en lugar preferente– cargarían la vieja filosofía de mayor dramatismo aún. Esto se expresó en la proliferación de esos textos dedicados al “bien morir” (Arte bene moriendi), o en la expansión del género literario y pictórico de las “Danzas de la muerte”, que parecen recrearse de forma morbosa en el sentido ferozmente igualitario de ésta. La vida normal de las distintas categorías sociales se movía dentro de específicas formas de solidaridad: los caballeros combatientes en el linaje; las gentes de iglesia en el capítulo catedralicio, monástico o conventual; las gentes comunes en la parroquia o en la corporación profesional. A todos ellos, sin embargo, se les pretendían inculcar hábitos y ritmos de vida similares.

El calendario litúrgico establecía así unas celebraciones comunes a todo el orbe cristiano: Natividad del Señor, Pascua de Resurrección, Ascensión, Exaltación de la Cruz o Corpus Christi. A esas festividades se fueron añadiendo otras de ámbito mas restringido. Serían aquellas inicialmente dinásticas y que acabaron cubriendo el conjunto de un reino colocado bajo la advocación de algún santo: Santiago, San Jorge, San Dionisio, San Esteban o San Wenceslao. Serían esas celebraciones locales que creaban una particular identidad o, como se ha dicho, toda una religión cívica. Venecia, por ejemplo, honraba a su patrono San Marcos con tres rememoraciones anuales: su pasión, el traslado de sus restos a la ciudad de los canales y la inauguración de su imponente basílica. Y serían esas festividades de carácter gremial que hacían de un santo el patrón de una actividad profesional: San Cosme y San Damián para los médicos, Santa Catalina para los carreteros, San José para los carpinteros o San Eloy para herreros y orfebres. Para forjar los deseados comportamientos cotidianos, la jerarquía eclesiástica emprendió desde fecha temprana una lucha por erradicar, o al menos cristianizar, costumbres y prácticas paganas definidas genéricamente como supersticiones. El cumplimiento de los mandatos del Decálogo debía reforzarse con la práctica de siete virtudes capitales humildad, largueza, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia– enfrentadas a los otros siete correspondientes vicios: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.

Al cumplimiento del precepto dominical se añadía una disciplina sacramental predicada con irregular fortuna. Se entraba en la sociedad cristiana con un sacramento que era el bautismo, obligatorio desde las legislaciones canónica y civil. Y, a partir del uso de la razón, el discurrir de la vida se marcaba con otras dos obligaciones religiosas: penitencia y eucaristía. La recepción de ambas será obligatoria, al menos una vez al año, desde la promulgación del canon Utriusque sexos del IV Concilio de Letrán (1215). La vida sexual no podía escapar tampoco a la regulación. Su actividad sólo se consideraba legítima dentro del matrimonio (séptimo sacramento de la Iglesia) y con ciertas limitaciones. Los libros penitenciales, especie de guías para confesores de los primeros siglos del Medievo, nos hablan así de abstención de relaciones conyugales en distintos momentos del año. El Penitencial del obispo Burcardo de Worms, redactado hacia 1008-1012, recuerda el respeto debido a determinados días (los domingos y ciertas señaladas festividades) y a dilatados periodos como las Cuaresmas de Navidad y Pascua o las menstruaciones y los pospartos. Estamos ante imposiciones o meras “orientaciones”, cuya infracción no supondría una reparación penitencial insoportable, pero que sí cosecharon críticas incluso desde sectores eclesiásticos, que progresivamente se relajaron. No era lo mismo la visión de la sexualidad desde una severa religiosidad de cuño monástico que la opinión de los grandes maestros de la escolástica del siglo XIII, bastante más indulgentes en lo referente a las debilidades de la carne.

El control ideológico eclesiástico en cuanto al desarrollo de la vida cotidiana experimentó ciertas fisuras con el avance de los años. A título de ejemplo, se contraponían dos formas de división del tiempo diario. Los primeros siglos medievales, de dominio abrumadoramente rural, estuvieron marcados por las horas canónicas que dividían el día en ocho partes de duración variable según los cambios estacionales: maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas.

El desarrollo urbano, a partir del siglo XI, afectó a una mínima parte de la población del Occidente pero introdujo, no obstante, nuevos ritmos de vida y otra percepción del tiempo. Los relojes de las casas comunales irán difundiendo una división del día, tal y como hoy la conocemos, que resultaba más acorde con las actividades y la mentalidad propias del medio urbano.

Jacques Le Goff ha hablado así de una sustitución –que dio un importante paso en el siglo XIV– del Tiempo de la Iglesia (el tiempo como don de Dios que no se puede vender) por el Tiempo del mercader que, de acuerdo con el conocido dicho, es tan valioso como el oro.

Por Emilio Mitre Fernández

No hubo cruce con el neandertal


Un cráneo de neandertal (derecha), con otro de humano actual
Un cráneo de neandertal (derecha), con otro de humano actual.

AP - 13/02/2009


Los expertos descartan que haya rastro genético humano en la especie 'hermana'

EL PAÍS - Madrid - 13/02/2009

A pesar de compartir el 99,5% del genoma, neandertales y humanos modernos son lo suficientemente distintos genéticamente como para afirmar que, si hubo casos de cruce entre ellos, fueron irrelevantes para el futuro de la especie humana.

En la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), que comenzó ayer en Chicago, se presentaron los avances en la secuenciación completa del neandertal, la especie que convivió en Europa durante miles de años con el humano moderno y se extinguió en España hace unos 26.000 años.


Fósiles procedentes de Croacia y de Asturias han sido investigados

Svante Pääbo, director del proyecto, señaló que, completado ya el 60% del genoma, se puede descartar el cruce entre neandertales y humanos, sus parientes más cercanos. "Si contribuyeron algo a la variabilidad genética humana actual fue algo muy, muy pequeño", comentó Pääbo.

En el análisis del genoma, los investigadores han utilizado sobre todo fósiles procedentes de la cueva de Vindija, en Croacia, aunque también se han tenido en cuenta muestras de El Sidrón, en Asturias. Se han analizado con especial atención algunos genes relacionados con el habla y con la actividad cerebral.

Las dos especies, neandertales y humanos modernos, tienen el mismo gen Foxp2, relacionado con el habla y el lenguaje, que es distinto en el chimpancé. "No hay razón para pensar que los neandertales no pudieran hablar como nosotros", dijo Päabo, "pero hay muchos otros genes del habla y el lenguaje y falta investigación". Sin embargo, otro gen, relacionado con el desarrollo cerebral, ha resultado ser en el neandertal una variante que también se encuentra en África ahora pero no en Europa.

Pääbo y sus colegas del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig (Alemania) y la empresa 454 Life Science Corp, del grupo Roche, han secuenciado más de 1.000 millones de pares de bases químicas de ADN. La secuencia del genoma del neandertal clarificará las relaciones evolutivas entre los humanos modernos y los neandertales, y también ayudará en la identificación de los cambios genéticos que permitieron a los humanos modernos empezar a salir de África y distribuirse alrededor del mundo hace aproximadamente 100.000 años. "Siempre fue un sueño conocer el ADN de nuestros parientes evolutivos más cercanos. Ahora sabremos lo que nos hace humanos", aseguró Pääbo.

Sin embargo, los investigadores no creen que puedan descubrir la causa de la extinción de los neandertales, porque no estaría relacionada con la genética sino con el medio ambiente o su relación con los humanos modernos. Y tampoco creen que se pueda resucitar un neandertal clonando su ADN. "Hablamos de un mamífero muy complejo", concluyó Pääbo.

dijous, 12 de febrer del 2009

De Sila a César y de César a Octavio. Las guerras civiles del s. I a. C,

Fuentes: Asián Peña, J.L.:MANUAL DE HISTORIA UNIVERSAL y
http://www.geocities.com/historia_imperia/roma/roma.html

Videos sobre los Gracos






Comienzo de las guerras civiles; Mario defiende al pueblo y Sila a la nobleza; Sila dictador.

Vencidos los Gracos, el partido democrático había quedado sin jefes y puso fácilmente sus esperanzas en el rudo Mario (157-86) , el cual venció al príncipe númida Yugurta, en el N. de África y libró a Roma de la temible invasión de los teutones y cimbrios que ya antes habían derrotado a varios ejércitos consulares. Los cimbrios y teutones eran pueblos germánicos que se desplazaban lentamente desde su patria originaria a orillas del Mar del Norte. Estos guerreros lo arrasaban todo a su paso, pues iban acompañados de sus familias, bagajes y rebaños en busca de nuevos pastos para estos últimos.

No estuvo afortunado el partido democrático en la elección de nuevo jefe, pues Cayo Mario carecía de dotes políticas y su ambición fue siempre mayor que su talento. "Hombre de más pasiones que ideas" tuvo en su espíritu más instinto de rebelión que verdadero amor a la libertad y a la justicia.

Después de las victorias de Aix y Vercelli contra los teutones y los cimbrios su ambición aumentó enormemente, ya que todos los ciudadanos derramaron libaciones en su honor y el pueblo le llamaba "tercer fundador de Roma". Se convirtió en un verdadero ídolo de los legionarios y de la plebe, lo que unido a su temperamento rebelde constituyó una alarma para el Senado, que no dudó en echarse en brazos de Sila, el cual había sofocado una grave sublevación de los italianos, exigiendo el derecho de ciudadanía, que varias veces les había sido prometido, y que dos años después de terminada la sublevación, les fue otorgado por el Senado.

Estalló la latente rivalidad entre Sila y Mario y éste, derrotado, huyó al África. El vencedor revocó las leyes democráticas y partió para Asia al mando del ejército que el Senado le había confiado para combatir a Mitrídates, rey del Ponto.

Durante su corta ausencia, los demócratas, acaudillados por Cinna y Mario, que había vuelto de África, se adueñaron del poder y ensangrentaron a Roma con una cruel matanza de nobles y sus partidarios. Pero Mario murió y Cinna fue asesinado.

Cuando Sila victorioso desembarcó en Brindis, tuvo que combatir varias veces a los demócratas, antes de entrar en Roma (año 85).

Organizó terribles represalias que se vieron agravadas por el odio de sus partidarios que tanto habían sufrido durante el gobierno anterior. Las proscripciones alcanzaron incluso a los hijos y nietos de los vencidos. Además de un deseo de venganza, revelaban un premeditado propósito de aniquilar toda posible oposición. De hecho, Sila, que ya había declarado en el Senado "Ninguno de mis enemigos será perdonado", hizo vender los bienes de todos los proscritos, pensando que los compradores serían sus partidarios más decididos.


Recibió del Senado todo el poder, al ser nombrado Dictador.

  • Llenó el Senado de sus partidarios elevando a 600 el número de sus miembros, restableciendo su clásico poderío,
  • y dio una nueva reglamentación a la carrera de los honores.
  • Restó atribuciones a los cónsules, a los tribunos y a otros magistrados.
  • Quitó a los aliados italianos el derecho romano, recientemente conseguido.

Tres años de mandato dictatorial le bastaron para estimar restablecido el poder de la aristocracia y voluntariamente abdicó (año 79), muriendo al año siguiente, después de sentar el precedente de tomar el poder por la fuerza.

El último año de su vida lo pasó en el campo, cerca de Putsoli (Puzzoles) rodeado de cortesanas y bufones. A su muerte fue enterrado en el Campo de Marte, honor que no se concedía a nadie desde la caída de la Monarquía, y sobre su sepulcro fue grabado el siguiente epitafio: "Ningún hombre ha hecho más bien a sus amigos ni más daño a sus enemigos."


De la muerte de Sila a los Triunviratos (año 79 a 59).


Es un espacio de 20 años, lleno de inquietudes y peligros en la vida de Roma. Sólo nueve años pudo sostenerse en el gobierno la oligarquía establecida por Sila. Las guerras civiles no habían llevado a una solución estable y a través de ellas se puso de manifiesto el estado de corrupción a que habían llegado los romanos.

El año 75 el cónsul M. Emilio Lépido, se sublevó en el N. de Italia desde donde se dirigió a Roma intentando imponer al Senado las exigencias de los demócratas. Fue vencido en el Campo de Marte. Al mismo tiempo, Sertorio, antiguo partidario de Mario, que había podido librarse de las proscripciones de Sila, se subleva en Hispania.

Roma tuvo que desplazar a Metelo y Pompeyo; Sertorio, venció al primero pero fue derrotado por el segundo, murió el año 72 asesinado por su aliado Perpenna, con que mantenía malas relaciones. Sertorio se había refugiado en el N. de África y vino a Hispania llamado por los lusitanos, a los que pronto se unieron los celtíberos; tenía en sus filas tropas romanas, que había traído Perpenna y nunca dejó de obrar y sentir como un romano. Después de sus primeras victorias contra Metelo llegó a tener un considerable poder e incluso relaciones diplomáticas, llegando a tratar con Mitrídates en nombre de la República romana. Pero cuando éste trató de contar con su apoyo para luchar contra Roma, le contestó: "No, jamás consentiré que toques una pulgada de tierra más de lo que se ha convenido en los tratados".

Guerra de los esclavos

Poco antes, tuvo lugar en Italia la llamada Guerra de los esclavos. El movimiento acaudillado por Espartaco del año 73 al 71, llegó a amedrentar a Roma pues era algo más que un levantamiento de esclavos que luchaban por su libertad. Se supone que Espartaco era de origen noble y fue reducido a la esclavitud por haber desertado de un ejército auxiliar romano. Era inteligente, discreto y severo, y cuando se fugó de Capua con 69 compañeros, estaba haciendo el aprendizaje para ser gladiador. Se dirigió a los suyos diciéndoles; "Es mejor pelear por la libertad, que servir de espectáculo a los caprichos brutales y voluptuosos de los romanos." Tenía el gigantesco proyecto de poner en libertad a todos los esclavos de Italia y destruir Roma.

En, los últimos tiempos de la lucha llegó a estar al frente de 40.000 hombres. Se mostró excesivamente cruel y los historiadores Veleyo Patérculo y Lucio Floro han dejado dramáticos relatos de sus devastaciones. Murió luchando en Apulia. Entre los rebeldes hubo disensiones, gracias a las cuales fueron vencidos por Craso y Pompeyo.












Pompeyo y Craso

Pompeyo

Al siguiente año (año 70) Pompeyo y Craso uniéronse al partido democrático y fueron elegidos cónsules
. Derogaron la Constitución de Sila, los tribunos fueron restablecidos, el Senado depurado y sometido a la revisión de los censores y a los tribunales se les devolvió sus antiguas atribuciones.

Pompeyo hizo una afortunada carrera. El año 67 obtuvo una gran victoria contra los piratas que desde Fenicia a Gibraltar dificultaban el comercio del Mediterráneo y el aprovisionamiento de Roma. Poco después puso fin a la guerra contra Mítrídates, que había intentado una vez más adueñarse de Asia Menor. El Ponto, la Siria y la Fenicia, quedaron unidos a la República romana.

Durante la ausencia de Pompeyo la vida de Roma había sido nuevamente turbada por la conspiración de Catilina, noble cargado de deudas, sin otro ideal que el de asaltar el poder, para recuperar las riquezas dilapidadas, adquiridas gracias a las proscripciones de Sila. Catilina fue descubierto y combatido por el grandilocuente Cicerón, el más brillante prosista y mejor orador de Roma. Cicerón era entonces cónsul y atacó a Catilina en sus famosos discursos llamados Catilinarias, el primero de los cuales comenzó vigorosamente con la conocida frase: "Quosque tanden Catilina abutere patientia nostra." Este aristócrata le recordó un día su humilde origen con propósito de mortificarlo, y Cicerón le contestó: "Mi linaje comienza conmigo; piensa que el tuyo puede acabar en ti." Catilina fue obligado a abandonar la Ciudad Eterna; recurrió a las armas y fue muerto en una batalla (año 62).Cicerón fue proclamado "Padre de la Patria".

Se supuso complicado en la conspiración a un rico patricio, Cayo Julio César (100-44), amigo de Craso, sobrino de Mario y yerno de Cinna, popular por sus larguezas, el cual unía a los vicios de su época un gran talento político y militar, puesto al servicio de su desmesurada ambición y su extraordinario orgullo. "Prefiero ser el primero en una aldea, que el segundo en Roma", es frase que lo caracteriza.





Cuando Pompeyo volvió del Oriente
y licenció su ejército, vio todas sus peticiones rechazadas por el Senado; entonces se volvió hacia Craso y César, que ya eran aliados, y quedó constituido el Primer Triunvirato.

Primer Triunvirato. Dictadura de César.

Craso era el más rico,el más poderoso y César el más popular de los ciudadanos de Roma. Los tres unidos constituyeron el primer Triunvirato, que no puso remedio a las guerras civiles, ya que terminó con una nueva, que desembocó en la dictadura de César.

Julio César, cuya hija Julia contrajo matrimonio con Pompeyo, es el primer favorecido por la alianza.

El año 59 fue elegido cónsul y consiguió que el Senado votara nuevas distribuciones de trigo al pueblo, y que decretara un reparto de tierras entre los veteranos.

Se le confió el mando de las Galias, que entonces comprendía sólo la llanura del Po (Galia Cisalpina) y la costa mediterránea del lado de allá de los Alpes (Galia Narbonense) mientras el resto permanecía independiente; conquistó y pacificó el país, llegando en sus expediciones hasta Gran Bretaña y Germania.








Pompeyo obtuvo el gobierno de África y España, adonde envió a sus lugartenientes permaneciendo él en Roma, para no perder su popularidad.

A Craso le fue encomendado el gobierno de la Siria, y allá se dirigió llevado por su vanidad y su monomanía de grandezas, dispuesto a aniquilar el reino de los partos con hazañas que hicieran olvidar las de Alejandro.

La muerte de Craso, que luchaba en Oriente contra los partos, puso frente a frente a César y Pompeyo. Nada podía evitar la guerra civil.

Pompeyo, que una vez más se había acercado a los aristócratas que le apoyaban, manejaba a su antojo el Senado y aspiraba a ser el único dueño de Roma. Se hizo nombrar cónsul sin colega y consiguió que el Senado ordenase a César abandonar su gobierno y licenciar su ejército, pero César, el victorioso general, se puso al frente de sus tropas, pasó el Rubicón, límite de su provincia y se lanzó sobre la capital.

César sabía que las leyes romanas prohibían que un gobernador abandonase en armas su provincia y que al pasar con sus tropas el Rubicón se colocaba fuera de la ley. Antes de decidirse a hacerlo, había propuesto varias medidas conciliatorias e incluso había enviado dos legiones que le solicitó el Senado para combatir a los partos, pero que Pompeyo retuvo para sí. Estuvo en Ravena, viendo lo que sucedía en Roma y cuando le fue señalado un plazo para licenciar sus tropas, franqueó el Rubicón, pronunciando la conocida frase: "Alea jacta est" "la suerte está echada". Siempre había dado pruebas de su valor y cuando en plena juventud fue apresado en el Mediterráneo por unos piratas, los forzó a escucharle e incluso los amenazó con crucificarlos. Cuando supo que por su rescate pedían 20 talentos (unas 100.000 pesetas) se molestó y les dijo: "Esto no es bastante, os haré dar cincuenta." En esta travesía la embarcación estuvo a punto de naufragar y como Incluso el capitán se mostrase temeroso, le dijo: "¿Qué temes? César viene contigo."

Pompeyo abandonó Roma, acompañado de sus partidarios. Los generales pompeyanos fueron derrotados por César en España (en la batalla de Mundo) y Pompeyo lo fue en Farsalia (Grecia), refugiándose en Egipto, donde murió asesinado.






César consiguió fulminantes victorias en la frontera oriental, y recibió del Senado el título de Dictador, de una manera vitalicia. Se mostró generoso con todos sus enemigos y dio a la celebración de sus victorias gran esplendor. César acababa de vencer a Farnaces, hijo de Mitrídates, que habían intentado reconquistar los dominios de su padre. La campaña fue tan rápida, que el victorioso general escribió a un amigo la conocida frase: Veni, vidi, vinci — "llegué, vi, vencí" —. Parecía un hombre extraordinario en todo, aunque no todo en él eran virtudes. Entonces los romanos eran casi insensibles a la virtud, pero no lo fueron al prestigio de la gloria y adoraron a César como a un verdadero ídolo.

Acometió útiles reformas, como el establecimiento de 60.000 colonos fuera de Italia, cuyo régimen municipal fue uniformado; la concesión del derecho de ciudadanía a los habitantes de la Galia Cisalpina, la reforma del calendario (antes el año contaba con 355 días y habían años en los cuales se tenía que agregar un mes auxiliar; asesorado por astrónomos egipcios, César dejó el año en 365 días y un cuarto, y el mes que antes se llamaba quintilis, lo dejó hizo llamar Julio en su honor) etc. Con el restablecimiento del orden, la industria y el comercio prosperaron.

Los partidarios de la antigua organización republicana y algunos senadores enemigos, tramaron una conjura que costó la vida a César, asesinado en el Senado, en marzo del año 44 antes de Cristo. La conjura contra César fue tramada por Bruto y Casio y en ella tomaron parte 60 senadores que habían pensado que para restablecer la república bastaba suprimir al dictador. Un día de marzo, cuando se dirigía a la curia del Senado, le fue entregado un papel que le advertía que Bruto planeaba matarlo en esa jornada. César se distrajo y no leyó el mensaje. También fue advertido por un adivino que desconfiara de los idus de marzo (justo ese día) y ese día antes de llegar le dijo en son de broma "he aquí los idus de marzo" a lo que el adivino le respondió, "todavía no han pasado". Al llegar al senado, César se dirigió a tomar asiento dispuesto a discutir trivialidades del gobierno. Entonces, los conspirados al unísono desenfundaron puñales y lo mataron. Intentó defenderse pero al ver que Bruto también lo había traicionado exclamó "¡hijo mío!, ¿tu también?" ("Tu quoque, Brute, fili mi" según la obra Julio César de Shakespeare) , y no ofreció ya más resistencia. Recibió 22 puñaladas y expiró al pie de la estatua de Pompeyo.












Segundo Triunvirato.


Los asesinos no consiguieron su propósito, pues a la muerte de César, que causó indignación a la generalidad del pueblo romano, siguió un confuso período de luchas entre los partidarios de la república (Casio, Bruto y otros) frente a Octavio, hijo adoptivo y sobrino de César, Marco Antonio, uno de sus generales, y Lépido, otro general que mandaba el ejército de las Galias.

Octavio, de acuerdo con ellos, dejó el papel de joven sumiso (tenía 19 años) y entró en Roma al frente de su ejército. Los tres jefes celebraron la Conferencia de Bolonia (noviembre del año 43) en la que quedó constituido el Segundo Triunvirato. Al constituirse, los nuevos triunviros, impresionados aún por la muerte de César; decidieron fortalecer su alianza haciendo morir a los enemigos de cada uno de ellos. Perecieron 2.000 caballeros y 300 senadores, entre ellos Cicerón, cuya muerte fue exigida por Antonio, que recibió de manos de Octavio la cabeza de su víctima. Así pagó a quien tanto lo había protegido.






Marco Antonio, tras sus primeras campañas en Oriente, se quedó en Egipto, enamorado de la reina Cleopatra, se desentendió de la vida de Roma y concibió fantásticos proyectos, pero Octavio fomentó su impopularidad y nuevamente estalló la guerra civil, cuando ya éste había quitado a Lépido el gobierno de África.

La guerra se decidió con el triunfo de Octavio en Actium, Antonio y Cleopatra se suicidaron*, Egipto fue reducido a provincia romana (año 31 antes de Cristo) y Octavio quedó como único dueño del mundo romano.

*Perdida la batalla de Actium, Cleopatra concibió, la idea de quitarse la vida e hizo probar múltiples venenos en los condenados a muerte, para saber cuál sería el más rápido y menos doloroso. Como ninguna prueba le satisfizo, hizo otras con animales venenosos, eligiendo el áspid. Augusto trató de evitar que atentara contra su vida, pero el áspid le fue introducido en un cajón de higos, que no había sido cuidadosamente examinado por la guardia.