dimecres, 1 d’octubre del 2008

Resumen de la Guerra de Troya

Ver: Texto de la Ilíada

PROLEGÓMENOS


Orígenes de Paris

París llegó a ser el más bello, el más diestro y el más bravo de los pastores frigios. Oenona, ninfa de los bosques, prendóse de él y llegó a ser su esposa; su unión fue feliz mientras vivieron ignorados y solitarios. La celebridad alcanzada por París, fue el peor escollo para su dicha: tomó parte en los juegos públicos de Troya y triunfó de sus rivales, siendo reconocido por Príamo y acogido en palacio.


La manzana de la Discordia


Habiendo sido invitados los dioses y las diosas, a las bodas de Tetis y Peleo, solamente la Discordia fue excluida del festín, por temor a que sembrase el desorden y la disidencia. Esta afrenta la hirió en lo más vivo y de ella se vengó hábilmente. Al final de la comida aparecióse la diosa envuelta en una nube y arrojó sobre la mesa una manzana de oro que llevaba grabadas estas palabras: A la más hermosa. Y aquí principió la discordia.


El juicio de Paris


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Paris fue llamado a actuar de juez entre las tres diosas que pusieron en juego todas las seducciones posibles para tenerlo favorable. Hera le prometió riquezas, Atenea la gloria de las armas y Afrodita que le daría la más bella mujer del mundo. Afrodita fue la preferida y en medio de los aplausos del Olimpo obtuvo el premio de la belleza. Celosas y humilladas sus rivales, resolvieron perder a París, a su familia y a toda la nación troyana.

Paris en busca de Helena




















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Afrodita, que había prometido a París concederle la mujer más hermosa que en el mundo hubiera, eligió a Helena, hija de Tíndaro y esposa de Menelao, que vivía felizmente con su esposo en su palacio de Esparta.

Ningún obstáculo detiene a Paris: Afrodita le guía y le ayuda. Parte con un lujoso bajel; llega a Esparta y desembarca en medio del más suntuoso aparato. Una gracia divina resplandece en su persona. El monarca lacedemonio le recibe en su corte con todas las demostraciones de afecto: le destina la más rica de las habitaciones y en ella es servido por veinte esclavos atentos a satisfacer sus menores deseos. En medio de las fiestas Paris no olvida un momento su proyecto y, para agradar a Helena, emplea las palabras más amables, las miradas más afectuosas, los más asiduos y obsequiosos cuidados.


Entre tanto Menelao se ve obligado a marchar a la isla de Creta por un asunto importante, deja a su esposa y se embarca.

El rapto de Helena

Al hallarse Paris solo al lado de Helena le abre su corazón y la conjura a que parta con él para Troya, su ciudad natal. Ella no sabe ya resistir a aquel en quien no halla sino encantos y parte con él, renuncia a su patria y abjura de sus sentimientos de esposa y de madre.


LOS PREPARATIVOS DE LA GUERRA


Menelao clama venganza

Al regresar Menelao y conocer el crimen del pérfido huésped, hace estremecer con sus gemidos todo el Peloponeso y la Grecia. Los capitanes, los príncipes y los reyes vecinos enardecidos por la palabra vibrante de Menelao y ardiendo en deseos de vengar tan vergonzosa ofensa, reúnen en Beocia y en el puerto de Aulis sus naves, sus corceles, sus armas y todos los aparatos de guerra y se obligan a permanecer unidos hasta que Troya haya sido tomada y destruida por completo.

El mando general de la armada es conferido a Agamenón, rey de Argos y de Micenas y a la vez hermano del príncipe ultrajado. Pero un prodigio inesperado se opone a la partida de las naves griegas; en el mar no se advierte el más leve soplo de viento. Transcurren semanas y meses, la calma continúa y los remos agitan en vano las inmóviles ondas.

El sacrficio de Ifigenia

Piden consejo al adivino Calcas, que guarda silencio; al fin declara que es necesario aplacar la cólera de Artemisa ofreciéndole en sacrificio a Ifigenia, primogénita de Agamenón (en una cacería, Agamenón habla matado inconscientemente una cierva consagrada a Artemisa). «Solamente a este precio — profetiza Calcas, — los griegos podrán abrirse camino por el mar y destruir los muros de Ilion.»

Aterrado Agamenón al conocer el terrible oráculo y dispuesto a no permitir que su hija sea inmolada, ordena a Taltibio, uno de sus heraldos, que convoque a los jefes de la armada y les anuncie que no se celebrará la proyectada expedición; y que, por consiguiente, pueden regresar a su patria. Menelao, Ulises y el arrebatado Ayax no pueden soportar la idea de que Helena sea abandonada en manos de los troyanos y retornar vergonzosamente a sus hogares: ruegan y conjuran a Agamenón, halagan su orgullo, le hacen ver los laureles que le esperan y el esplendor inmortal que recaerá sobre su nombre: ¿acaso sería él capaz de avenirse a ser pasto de las habladurías de toda la Grecia y objeto de la burla de sus enemigos?


Los sentimientos del amor paternal ceden poco a poco a los de la gloria militar; la ambición ahoga la voz déla naturaleza. Agamenón accede al sacrificio que se le exige. Ifigenia no se hallaba entonces en Aulis; habla quedado en Micenas al lado de su madre Clitemnestra con sus dos hermanas y Orestes. Para darle motivo de que viniera al campo, su padre fingió que antes que partiera la flota queríala desposar con el valiente Aquiles, con el que ya la unían fuertes lazos de amor.

Al recibir la noticia, el corazón de Ifigenia se inunda de gozo, pero al llegar a Aulis y conocer la horrible verdad, desfallece ante la idea de la suerte que le espera; corre a su padre en demanda de compasión; se vale de todos los medios para moverle a clemencia y viéndole inexorable determina emprender la fuga con su madre.

Considerando después los triunfos que se seguirían de su muerte, acepta resignada su destino; ella misma hace los preparativos de su sacrificio y marcha con paso firme hacia el bosque sagrado de Artemisa donde Calcas le espera. Este ciñe con una corona la cabeza de la victima; invoca a los dioses y señala el lugar donde ha de descargar el hierro fatal. Cae el hacha y todos perciben claramente el golpe; pero en el mismo instante Ifigenia desaparece sin dejar rastro de su huida, mientras ocupa su sitio una cierva de corpulencia extraordinaria y belleza excepcional, tendida en el suelo y palpitante aun. Este prodigio enardece el valor de los griegos; el viento sopla favorable y se hacen a la vela.







































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LA GUERRA

Comienza el sitio de Troya. El bando troyano.

Troya, sitiada por millares de combatientes, estaba defendida por Héctor, hijo de Príamo, Eneas, hijo de Anquises, Memnón, Polidamante, Euforbo, Sarpedón, rey de Licia, y otros ilustres guerreros.













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París no está a la altura de la circunstancias.


Paris, que había jurado a Helena mostrarse tan valiente como amante, no mantuvo en todo momento la reputación de bravura que en su juventud había adquirido. Los placeres de una corte opulenta le habían enervado.

Un día, empero, que los dos ejércitos se hallaban frente a frente, Paris avanza a la cabeza de los batallones frigios cubierto con una piel de leopardo, armado con un arco y una espada y provoca valientemente a los más bravos capitanes griegos; pero cuando ve que Menelao acude a luchar con él, se estremece de miedo y corre a refugiarse en lo más denso de las falanges.

Reanimado por los reproches de Héctor, preséntase de nuevo a combatir contra su adversario, y éste más fuerte o más diestro, estaba ya a punto de triunfar, cuando Afrodita acude en auxilio de su protegido, le envuelve en una nube y lo transporta a su palacio junto a Helena. En otros encuentros mostró más valentía o fue más afortunado.



Kylix del 485 aC. Menelao, espada en mano, persigue a Paris, que huye y recibe la ayuda de Ártemis y Afrodita.




Cómo acabó la vida de Paris.

Herido, finalmente, por Filoctetes, y sintiéndose próximo a la muerte, mandó que le transportasen al monte Ida, donde se hallaba Oenona, que movida a compasión ante sus sufrimientos y pesares empleó todos los recursos del arte para curarle, pero la flecha estaba envenenada y Paris expiró a los pocos días, cuando transcurría el año noveno del sitio de Troya. Oenona, demasiado sensible a la muerte de un marido veleidoso, se dejó consumir por la tristeza y su cuerpo bajó al sepulcro a reunirse con el de Paris.


Las gestas de Aquiles

Orígenes de Aquiles. El talón vulnerable.

AQUILES, hijo de la ninfa Tetis y de Peleo, nació en Ftia, ciudad de Tesalia; su madre, que quería hacerle invulnerable, descendió con él a los infiernos y le sumergió en las aguas de la laguna Estigia, olvidándose de sumergir su talón.

Educación de Aquiles.

Aquiles fue educado por el centauro Quirón, que le enseñó la música, la medicina y el arte de combatir y le infundió vivacidad y con fuerza alimentándole con tuétano de león.

Peleo confia la educación de Aquiles al centauro Quirón



Aquiles travestido.

Para impedir que marchara a Troya, donde debía encontrar su muerte, según había declarado el oráculo, Tetis le envió a la corte de Licomedes, rey de la isla de Esciros, vestido de mujer. Entre tanto, y como la ciudad de Troya no podía ser tomada sin la ayuda de Aquiles, Ulises fue a Esciros disfrazado de mercader y ofreció a las damas de la corte joyas y armas. Todas eligieron las joyas menos Aquiles que se decidió por las armas. Esta elección le delató. Viéndose obligada su madre a consentir su partida, le proveyó de un escudo fabricado por Hefaistos, dándole además cuatro caballos inmortales. Acompañábale su mejor amigo Patroclo y guiaba el carro su caballerizo Automedón.

Aquiles en Troya.

Llegado que fue Aquiles ante los muros de Troya, desplegó extraordinario valor: venció a Telefo, rey de Misia, a Cycno, nieto de Poseidón, a Pentesilea, reina de las Amazonas, y a Troilo hijo de Príamo.


























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Aquiles toma a Briseida


Después de haber sitiado y tomado a Lyrnese, ciudad de Troade, pidió y obtuvo, como parte del botín, a Briseida, hija de Briseo, gran sacerdote de Júpiter. La belleza de la noble cautiva, su juventud y su talento cautivaron fácilmente el corazón del héroe.

Menelao le arrebata a Briseida

Aquiles trataba a Briseida con todo el respeto y las atenciones que su rango merecía; esforzábase en aminorar su dolor y endulzar la amargura de sus pesares, habiendo conseguido hacerse amar por la cautiva, cuando Agamenón, jefe supremo del ejército, hombre caprichoso y soberbio, abusando de su poder, mandó a dos de sus oficiales que se apoderaran de Briseida y la condujeron a su tienda.



Aquiles para vengarse abandona el combate.

Ultrajado Aquiles por tal afrenta, juró no pelear más por la causa de los griegos y se encerró en su tienda permaneciendo un año entero alejado del campo de batalla. Agamenón reconoció, al fin, lo injusto de su proceder y cuan necesario le era el brazo de Aquiles para poner fin a las victorias de Héctor, y devolvióle Briseida acompañada de ricos regalos. Pero era demasiado tarde; Aquiles se negó a aceptarla y permaneció obstinado en su negativa de luchar a favor de los griegos. Ni los ruegos de los generales, ni las reflexiones de Fénix, su viejo preceptor, ni las instancias de todos sus amigos pudieron determinarle a salir de su inacción .

Briseida

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A la izquierda, dos heraldos conducen a Briseida fuera de la tienda de Aquiles, quien permanece sentado, llevándose las manos a la cabeza en un gesto ritual de lamento, ante Patroclo.


El final de Patroclo


Patroclo siguió el ejemplo de su amigo, compartió su resentimiento y en adelante no apareció ya al frente de los batallones. Esta discordia era fatal para los griegos y no podía durar por más tiempo; las fervientes exhortaciones de Néstor decidieron a Patroclo a volver a su puesto de honor. Aquiles le prestó su coraza, su casco y su espada.


Stamnos s. V aC. Patroclo se viste con la armas de Aquiles, ante la mirada de éste




A la vista de las armas de Aquiles los enemigos llenos de espanto emprenden la retirada. Patroclo derriba todo lo que ante él se ofrece; Sarpedón muerde el polvo, los ejércitos troyanos se precipitan sobre la ciudad lanzando espantosos alaridos, pero Apolo tiene compasión de ellos y envía a Héctor contra Patroclo.

Héctor baja de su carro y comienza el ataque. Los dos héroes luchan con igual valentía. A su alrededor, troyanos y griegos, soldados y capitanes, se matan en confusión. Silban los dardos, las flechas vuelan por los aires y la tierra queda cubierta de cadáveres. En medio de la confusión general, Patroclo pierde su casco, su coraza y su espada, y ofrece a su adversario una victoria fácil: Héctor se lanza sobre él y le atraviesa de parte a parte.


Crátera del 500 aC. Muerte de Patroclo. Varios guerreros sostienen el cadáver de Patroclo, cubierto por una túnica, mientras que su alma, en forma de pequeño guerrero armado, vuela libre.


Aquiles reacciona ante la muerte de su amigo

Al saber Aquiles la muerte de su amigo no puede contener su rabia y siente renacer más ardiente que nunca su odio contra los troyanos. Toma sus armas y obliga a los enemigos a refugiarse, en confusión, dentro de las murallas. Solamente Héctor se niega a abandonar la lucha, no quiere retirarse con los otros generales y permanece ante la puerta Escea, esperando impaciente poder luchar con Aquiles cuerpo a cuerpo.

El combate de Aquiles con Héctor

Hécuba y Príamo, temiendo por la vida de su hijo, le llaman, le tienden los brazos y le conjuran a que entre en la ciudad: Héctor permanece sordo a sus palabras y a las súplicas de su esposa Andrómaca, espera a pie firme y sin inmutarse al temible hijo de Peleo. Aquiles se acerca esgrimiendo en su mano la formidable lanza.

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Despedida de Héctor y Andrómaca

Entáblase el combate que por momentos toma terribles proporciones. La victoria queda largo tiempo indecisa entre los dos rivales. De repente Aquiles se da cuenta que Héctor está desprovisto de coraza, dirige su lanza hacia el lugar que queda al descubierto y la clava en el pecho del troyano que rueda por tierra, inerte. Y vencedor, le despoja de sus armas, perfora sus talones y hace pasar una correa al través del sangriento agujero; ata el cadáver a su carro, dirige sus corceles hacia las murallas y por tres veces les da la vuelta (otros dicen que Héctor fue atado con un tahalí que !e había regalado Ayax ).

Aquiles se ensaña con el difunto Héctor.

No contento aun Aquiles con esta venganza, ordenó que el cuerpo de Héctor fuera privado de los honores de la sepultura y abandonado a los buitres. Pero a la noche siguiente cambió de resolución conmovido ante las lágrimas del anciano Príamo que cayó a sus pies besándolos y rogándole una y muchas veces que le concediera los restos de Héctor. El cadáver, transportado a la ciudad, fue solemnemente incinerado. Andró-maca, Hécuba y Helena hicieron resonar en torno de la pira cantos lúgubres de desesperación.



(Boston 63.473; Attic black figure hydria; archaic; 520-510 bce) Aquiles arrastra el cadáver de Héctor desatendiendo la petición de Hécuba y Priamo (a la izquierda) azuzado por Iris


Priamo suplica a Aquiles, tumbado sobre el cadáver de Héctor



Funerales de Héctor

Aquiles y Polyxena

Un año antes de que fuera destruida Troya, enamoróse Aquiles de Polyxena, hija de Príamo, pidióla y obtúvola por esposa, pero cuando se acercaba al altar nupcial fue herido en el talón por una flecha que París le disparó y esta herida le causó la muerte. Los griegos depositaron sus cenizas en el promontorio de Sigeo, no muy lejos de la llanura de Troya, levantáronle un templo y le rindieron honores divinos. Neoptoleno o Pirro, hijo de Aquiles y de Deidamia, será mencionado con frecuencia en el transcurso de nuestras historias.


¿Qué ocurrió con Helena?

En cuanto a Helena, no se sabe exactamente cuál fue su conducta durante esta guerra. Hornero asegura que la desdichada reina desde que abandonó a su primer esposo suspiraba continuamente y maldecía el instante en que había tenido la debilidad de dar oídos a un extranjero y fugarse de su país. Muerto Paris desposóse con Deífobo, que era también hijo de Príamo; pero después que Troya fue tomada le traicionó de la manera más indigna entregándole al puñal de los griegos, esperando que este acto le valdría la reconciliación con Menelao. Y así fue en efecto: el hijo de Atreo la perdonó y llevóla consigo a Grecia donde le esperaban nuevos sinsabores. La muerte le arrebató a Menelao que era su último apoyo: después fue echada del Peloponeso como si se tratara de una calamidad pública y huyó a Rodas al lado de la reina Polyxo. Esta en el primer momento la acogió bien, pero al día siguiente ordenó que fuese ahogada en el baño y colgada de una horca.

Ayax

AYAX, hijo de Telamón, fue, después de Aquiles, el más valiente de los griegos. Acudió al sitio de Troya con doce bajeles y distinguióse al frente de los combatientes de Megara y Salamina.


Ánfora del 480 aC. Interrupción del duelo entre Héctor y Áyax. En la escena, Priamo saca a Héctor de la batalla, quien le sigue a regañadientas mientras mira hacia su oponente.


Muerto Aquiles, Ayax y Ulises se disputaron las armas de este héroe y cada uno defendió su pretensión ante la asamblea de capitanes. Ayax invocó las hazañas por él realizadas y las llevadas a cabo por su familia. Ulises hizo constar con tanta habilidad como enardecimiento los servicios que había rendido a Grecia; su elocuencia triunfó.

Lleno Ayax de desesperación por una preferencia que creía injusta, levantóse de la cama durante la noche y, en completo estado de delirio, empuñó su espada, recorrió el campo de los griegos y creyendo dar muerte a Ulises, Menelao y Agamenón, degolló los carneros y las cabras que pacían alrededor de las tiendas.

Vuelto en sí de su alucinación y al ver que era objeto de burla por parte de los soldados, hundióse en el pecho la espada que Héctor le había regalado. De la tierra empapada con su sangre nació una flor semejante al jacinto, sobre la que se ven, según dicen, las dos primeras letras del nombre de Ayax. Su muerte ocurrió antes de que Troya fuese tomada. Los griegos le erigieron un magnífico monumento sobre el promontorio de Reteo.

Teucro

Teucro, hermano de Ayax, le había acompañado en su expedición a Frigia (Teucro y Ayax sólo eran hermanos de padre. La madre de Teucro era Hesione, hija de Laomedonte); y era tan hábil arquero, que decíase que había recibido del mismo Apolo el arco que manejaba. Al volver a Salamina, su patria, después de la expedición, fue acogido por el anciano Telamón con frialdad y de un modo hostil: «¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho para vengar a tu hermano? ¿Dónde están las cenizas de tu hermano?». A esta desconcertante acogida, siguió la orden de destierro perpetuo.

Teucro se sometió sin abatirse y, acompañado de amigos fieles, se dirigió a Sidón donde residía el rey Belo. Sabedor de sus desdichas y su constancia, le dio algunos colonos fenicios con los que edificó en la isla de Chipre una ciudad a la que dio por nombre Salamina en la cual sus descendientes reinaron muchos siglos. Lo que el historiador Justino narra sobre el viaje de Teucro a España parece completamente fabuloso.

Telefo

TELEFO, hijo de Hércules y rey de Misia, casóse con una de las hijas de Príamo y se alió con este monarca para defender la capital de su reino sitiada por los griegos.

En un combate que libró junto a las costas de Misia, mató a muchos de sus enemigos y obligó a los restantes a huir. Su victoria hubiese sido completa si Baco, que protegía a los griegos, no hubiese hecho brotar de la tierra una cepa de vid con cuyas ramas enredáronse los pies de Telefo, ocasionándole su caída. Aquiles se precipitó sobre él y le hundió en su costado el hierro de su lanza. La herida ancha y profunda causábale acerbos dolores.

El oráculo de Delfos le anunció «que esta herida no podía ser curada sino por el que la había causado». Solicitado Aquiles para que viniera al campo de Telefo y curara su herida, respondió que no era cirujano y que no tenía remedio alguno para este mal.

Pero Ulises, que sabía que Troya no podía ser tomada si los griegos no contaban entre sus soldados con un hijo de Hércules, explicó el oráculo de Apolo diciendo que la misma lanza que había producido la herida debía curarla. Aquiles consintió en raspar con un cuchillo la extremidad de su lanza y con la herrumbre que de allí sacó arregló un emplasto que Telefo aplicó sobre la herida, cicatrizándose ésta y quedando, al cabo de pocos días, completamente curado. Agradecido a este servicio, Telefo desertó del partido de Príamo y se unió al ejército griego.

Los griegos y los romanos compusieron muchas tragedias sobre Telefo, de las cuales ninguna ha llegado hasta nosotros. En todas ellas aparecía este héroe, mendigo, vagabundo y colmado de infortunios; los sucesos en que descansa esta tradición son hoy completamente desconocidos.


EL FINAL DE LA GUERRA

Laocoonte. Sinon y la destrucción de Troya

Cansados los soldados del ejército griego de la duración del sitio de Troya y convencidos de que -esta ciudad era inexpugnable, pedían ávidamente a sus generales que les reintegraran a sus hogares. El descontento crecía de día en día y amenazaba una inminente sedición.

La estratagema de Ulises. El caballo de Troya

Entonces Ulises, que fue siempre fecundo en tramar astucias, concibió la estratagema más atrevida y más temeraria de que hace mención la historia, aplaudida por los capitanes dispuestos ya a aventurarlo todo. A este fin y con los abetos cortados en el monte Ida, hicieron construir un caballo enorme, tan alto como los más elevados muros de Troya y capaz de albergar en su vientre un batallón armado. Al mismo tiempo hicieron correr el rumor de que desistían de su empeño de tomar a Troya y que aquel caballo gigantesco era una ofrenda a Minerva para obtener por su intercesión un feliz retorno a su patria y aplacar la indignación de la diosa por el robo del paladio.

En efecto, después de haber introducido en el vientre del caballo los trescientos guerreros más escogidos, entre los cuales se contaban Ulises, Pirro, Estáñelo y Menelao, fueron a ocultar sus naves detrás de la isla de Tenedos, situada a poca distancia de la orilla.

Al saberse en la ciudad la retirada de los enemigos, los transportes de júbilo se desbordan por todas partes, las puertas se abren de par en par y muchos se apresuran a salir para recorrer el lugar en que acampaban los griegos y las llanuras que desde hacía tanto tiempo habían ocupado.

Algunos contemplan con extrañeza la ofrenda hecha a Minerva y la prodigiosa corpulencia del caballo.

La juventud impetuosa pide que sea arrastrado hasta la ciudad e introducido en la ciudadela; los más avisados proponen que sin más rodeos sea precipitado al fondo del mar o que le prendan fuego.

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La advertencia de Laocoonte

La incierta multitud duda entre los dos extremos, cuando, para dar ejemplo a todos, Laocoonte, gran sacerdote de Poseidón, arrebatado por la indignación, acude desde lo más alto de la ciudadela y les increpa de esta manera: «Desgraciados, ¡qué ceguera tan grande la vuestra! ¿Estáis seguros de la definitiva retirada de los enemigos? ¿Creéis que un presente de los griegos no encierra un engaño? ¿Tal confianza os inspira Ulises? ¡Tras estos pérfidos maderos se esconden muchos soldados enemigos!»

Dicho esto, dispara con su robusto brazo un dardo contra la armadura que forma el vientre y los flancos del monstruo. El dardo se clava allí y arranca un sordo ruido de armas y armaduras suficiente para inspirar serias sospechas, pero el pueblo no le concede ninguna importancia.
En este momento, llegan unos pastores frigios y profiriendo grandes gritos presentan al rey, un joven desconocido con las manos atadas detrás de la espalda. Este, lejos de huir al verlos, se había puesto él mismo en sus manos: era un griego, hechura de Ulises, que él mismo había amaestrado para el papel que debía desempeñar. Llamábase SINON y era hijo de Sísifo.


DESTRUCCIÓN DE TROYA


El discurso de Sinón.

Después que hubo llegado a presencia de Príamo, por medio de un discurso artificioso que tenía todas las apariencias de la verdad, convenció a este rey de que el embarque de los griegos no era una ficción y que al construir un caballo de tamaño tan colosal sólo intentaban impedir que pudiesen introducirlo en la ciudad.

Después añadió: «Si alguna .vez pudierais conseguir emplazarlo en vuestra ciudadela, los griegos no intentarían ya jamás atacar de nuevo a los troya-nos, sino al contrario, pues tales son los designios de la suerte, los troyanos se enorgullecerían de poder un día presentarse a las puertas de Micenas, ponerla sitio y devolver a los griegos centuplicados todos los males y calamidades que ellos les han infligido».

Las palabras de aquel pérfido produjeron en todos los espíritus profunda impresión y el extraño suceso que a ellas se siguió hizo desaparecer toda irresolución y duda.

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Laocoonte

La muerte de Laocoonte

Dos serpientes de unas dimensiones monstruosas que habían salido de Tenedos, atravesaron el brazo de mar que separa esta isla de la tierra firme, se lanzaron sobre Laocoonte y sus dos hijos que a su lado estaban; se arrollan a sus cuerpos, los destrozan con crueles mordeduras y les ahogan con su hálito envenenado, después se dirigen lentamente al templo de Minerva hasta los mismos pies de la estatua y se esconden tras de su escudo.

Liberan a Sinón

Los troyanos llenos de admiración ante este prodigio, no se detienen ya a deliberar. Quitan las cadenas a Sinon dejándole en completa libertad para entrar en la ciudad como le plazca; derrumban un trozo de muralla para abrir paso a la máquina fatal. Todos ponen manos a la obra, todos tienen a gloria tocar las cuerdas con que le arrastran hacia la ciudad. Jóvenes y doncellas cantan himnos en acción de gracias a Minerva, y el pueblo entero se entrega a los excesos propios de un día de fiesta.

Fiesta nocturna y debacle final

Mientras tanto y a favor de la noche, la flota griega se acerca a la ribera. Los troyanos vencidos por la fatiga y el vino duermen con sueño profundo. Sinon se dirige al caballo, abre la puerta practicada en su flanco y por medio de largas cuerdas facilita el descenso a trescientos soldados que inmediatamente ocupan los puestos estratégicos La armada, que a su vez ha desembarcado, penetra en la ciudad por la brecha abierta en el muro blandiendo antorchas incendiarias, prende fuego a la ciudad, saquea las moradas más principales y hace una espantosa mortandad entre sus habitantes sin distinción de sexo ni edad.

Pirro se siente animado en extremo de un furor que se exacerba al recuerdo de la muerte de Aquiles; mata al joven Polites hijo de Príamo, se lanza de nuevo sobre el mismo Príamo espada en mano y a pesar de sus canas se la hunde en el corazón a presencia de Hécuba y ante el altar de Júpiter.

Uno solo de los hijos de Príamo, Heleno, fue exceptuado de la matanza, gracias a su condición de adivino. También Ante-nor, Anquises y Eneas fueron perdonados porque siempre reprobaron la conducta de París y habían aconsejado que Helena fuese devuelta a su esposo.

Los vencedores después de satisfacer su venganza, retorna ron a sus barcos cargados de rico botín y levaron anclas. Cuatro cautivas reales; Hécuba, viuda de Príamo, sus hijas Casandra y Polixena, y Andrótnaca, viuda de Héctor, constituían el más bello trofeo de su victoria..

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Y después:

Ulises y la Odisea (clicar)

TROYA
1. Ciclones (Tracia)
2. Lotófagos(Libia)
3. Cíclopes (Cumas)
4. Eolo (Eolia)
5. Lestrogines(Bonifacio)
6. La Mga Circe (Circeo)
7. Sirenas (capiliri)
8. Escila y Caribdis (Estrecho de Mesina)
9. Isla del Sol (Sicilia)
10. Calipso (Gibraltar)
11. Feacios (Corfú)
ÍTACA

2 comentaris:

Unknown ha dit...

Que fascinante es el relato de la Guerra de Troya. Gracias a este resumen finalmente pude tener una mejor vision de esta historia munumnetal. Quiero continuar con leendo, y ahora la Odisea (el retonorno de Odiseo despues de destruir la cuidad de Troya y su retorno a Grecia con sus grandes trofeos de guerra. Pero ahora hay un inconveniente, no abre el link de la pàgina, qee sucede?

Unknown ha dit...

se cayo el link y ya no se puede hasta cuando salga el nuevo link proximamente