A mandar
Josep Maria Ruiz Simon - LA VANGUARDIA 20/07/2010
En el clientelismo actual hay separación entre el saludo clientelar y una retribución cada vez más diversificada
La salutatio matutina era una institución muy arraigada en la República romana que sobrevivió durante el Principado. Cada amanecer, los clientes, que era el nombre que recibían entonces quienes vivían a la sombra de un benefactor, se dirigían a la casa de su patrono para desearle un buen día y para ofrecérsele para lo que gustase mandar cuando llegara la ocasión. En la acera, frente al domicilio, hacían cola para cumplir con el rito. Uno detrás de otro, ordenados no según el orden de llegada, sino de acuerdo con su categoría social y con la estrechez y la antigüedad de su relación con el patricio. Los de adelante, eran saludados. Los siguientes se limitaban a saludar. Y también había, y solían ser la mayoría, quienes ni eran saludados ni saludaban. Todos estaban ahí para hacer visible el poder del amo de la casa. Y, ya en el vestíbulo, todos recibían, de manos del administrador de la casa, la sportula,la cestita, es decir, el pago, en dinero o en especie, por la participación en la puesta en escena de la capacidad de influir. Las fuentes literarias, debidas por lo general a miembros del colectivo de los paniaguados, afirman que la retribución era mísera. Pero eso no impedía que, día tras día, la ceremonia se repitiese. Y que, tras el cobro del servicio, quienes eran considerados idóneos para tal menester acompañaran en animado tropel al patrono mientras atendía sus negocios públicos, escoltándolo, riendo sus gracias, dándole coba o aplaudiéndolo cuando pronunciaba algún discurso ante los tribunales. ...
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