¿Desde cuándo existe España y la nación española? en ABC
San Isidoro de Sevilla eleva a España a la
categoría de Primera Nación de Occidente en su libro «Historia
Gothorum»: «De cuantas tierras se extienden desde el Occidente hasta la
India, tú eres la más hermosa, oh sagrada y feliz España, madre de
príncipes y de pueblos»
«La
nación hispana o la Hispania Universa, no supo unirse contra Roma.
Defendida por los Pirineos y el mar habría sido inaccesible. Su pueblo
fue siempre valioso pero mal jerarquizado», Lucio Anneo Floro, historiador latino. Hispania, que procede probablemente de la palabra fenicia «I-span-ya» («Tierra de metales»), fue la denominación que los romanos pusieron a la región romana que ocupaba la totalidad de la Península Ibérica.
Como es habitual con los nombres elegidos por los romanos, la
delimitación no respondía a la realidad tribal y se trataba de una
decisión meramente geográfica. Hoy en día, aquella provincia romana está
ocupada por tres entidades políticas distintas, Portugal, España y el Principado de Andorra, cuyas formas actuales costaron siglos de luchas y alianzas.
El sueño de una Hispania cristiana
Si
bien la Monarquía visigoda buscó la creación de un único reino en toda
la Península Ibérica, los visigodos tuvieron que compartir
originariamente el territorio con los suevos, instalados en el noroeste
(«Galliciense Regnum»), y los bizantinos, que
controlaban zonas del sur. Por esta razón, tras unificar la mayor parte
del territorio de la España peninsular a fines del s. VI, el rey
Leovigildo solo pudo proclamarse monarca de «Gallaecia, Hispania y Narbonensis». Pero no desistieron los visigodos en su empeño de crear
conciencia de una única monarquía cristiana, como bien recogen las obras
históricas del arzobispo San Isidoro de Sevilla. Este clérigo hijo de padre hispanorromano y de madre goda eleva a España a la categoría de Primera Nación de Occidente en su libro «Historia Gothorum»:
«De cuantas tierras se extienden desde el Occidente hasta la India, tú
eres la más hermosa, oh sagrada y feliz España, madre de príncipes y de
pueblos». El texto de San Isidoro de Sevilla se convirtió en lectura
obligatoria para todos los príncipes cristianos que habitaron la
península durante la Edad Media. Era el viejo sueño aparcado.
«Conversión al cristianismo de Recaredo» de Muñoz Degrain (1888).Esa
idea de una única entidad «hispana» pervivió en la mitología e
imaginario de los escasos núcleos donde la invasión árabe no consiguió
penetrar. Pocos años después de la batalla de Guadalete, en el 711, nada quedaba del Reino Visigodo,
salvo pequeños reductos liderados por nobles norteños. A partir de este
punto, la denominación de España se entendía, según el bando, como los
reinos cristianos o como la zona musulmana. Por ejemplo, en tiempos del rey Mauregato de Asturias
fue compuesto el himno «O Dei Verbum» en el que se califica al apóstol
Santiago, patrón de la España cristiana, como «dorada cabeza refulgente
de “Ispaniae”».
Unión de reinos con los Reyes Católicos
Los reinos medievales eran estructuras débiles y poco unificadas. No fue hasta el comienzo de la Edad Moderna,
con la reducción del poder de la nobleza y el clero, cuando surgieron
los embriones de los estados modernos por toda Europa. El intento
español corrió a cargo de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla,
que unificaron las dos coronas más poderosas de la península en 1469 y
cuyos descendientes heredaron una algarabía de reinos ibéricos, también
Navarra y Granada, que se conocían, entre otras denominaciones, como
«las Españas». El Descubrimiento de América y la
Conquista de Granada, ambos hechos acontecidos en 1492, están
considerados simbólicamente como el origen de la España moderna.
Sin
embargo, en opinión de muchos historiadores la unión dinástica no es un
hecho suficiente para hablar de una única entidad política porque ni
siquiera existía una integración jurídica. Los Reyes Católicos
unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército, pero lo hicieron respetando los fueros y privilegios de cada uno de sus reinos.
Cristóbal Colón tomando posesión de las Indias Occidentales«A mediados del siglo XV, en la Península Ibérica no quedaban más que cuatro reinos cristianos: Portugal, Castilla, Aragón y Navarra.
Los cuatro se consideraban originales, distintos, pero hermanos: todos
eran españoles. A pesar de las diferencias políticas, existía una
solidaridad indudable, compartían la idea de reconstituir la unidad
política perdida. Los enlaces matrimoniales estaban destinados a
recuperar la unidad peninsular y la boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en 1469, puso los cimientos de ese proceso», argumenta en sus estudios el hispanista Joseph Pérez, quien no duda, sin embargo, en otorgar una configuración, identidad y conciencia de España a partir de la unión dinástica.
De
una forma u otra, la palabra España perdió su significado meramente
geográfico con la unión dinástica. Aunque todavía no se puede hablar de
solo un reino, la dinastía de los Habsburgo utilizó entonces la designación de Rey de España para hacer referencia a sus posesiones en la Península Ibérica. Así, Felipe II es denominado desde su nacimiento Príncipe de España.
Los castellanos suponían el 80% de la población y ocupaba tres cuartas partes del territorio peninsular
A raíz de esta unión dinástica y de estas nuevas titulaciones comenzaron a surgir voces críticas contra la preeminencia de Castilla
sobre el resto de reinos que formaban España. Los historiadores
catalanes han acusado tradicionalmente a Castilla de apropiarse de la identidad española.
Las razones son evidentes. Los castellanos suponían el 80% de la
población y ocupaba tres cuartas partes del territorio peninsular en el
momento de la unión dinástica. No es de extrañar, por tanto, que el
timón de esta nueva entidad tuviera protagonismo castellano, así como
que los escritores castellanos de la época no hicieran distinción entre
castellanos y españoles.
El historiador Henry Kamen, en su libro «España y Cataluña: Historia de una pasión», recuerda que no se trata de un fenómeno aislado puesto que «en otros países de Europa
los regentes políticos del centro territorial, económico o político han
tendido siempre a identificarse como el verdadero estado y despreciar a
las zonas periféricas».
De monarquías-Estado a Estado-nación
Con la llegada de la dinastía de los Borbones, Felipe V se puso al frente por primera vez del «Reino de España».
Hasta entonces no había existido ese término. Pero una cosa es la
fundación del reino, y otra la de un estado-nación español tal y como lo
entendemos hoy en día. Aquel fue un proceso mucho más lento, que exigió
dos siglos de un intenso intercambio cultural y comercial entre las
regiones españolas.
Felipe V de España por Hyacinthe RigaudLa mayoría de historiadores apuntan a la Guerra de Independencia, en concreto a la Constitución de Cádiz
de 1812, como el nacimiento de la idea de España como nación. En plena
invasión napoleónica, la promulgación de una constitución de corte
liberal dejó recogido en su artículo 1 a la «Nación española» como «la
reunión de todos los españoles de ambos hemisferios». El resto del
convulso siglo XIX dio forma –con la pérdida de las colonias, las Guerras Carlistas y las sucesivas crisis políticas– al concepto de nación española que tenemos en la actualidad.
Este proceso fue similar en el resto de Europa, donde la caída del Antiguo Régimen
sustituyó a los Estado-imperio, ciudades-Estado y monarquías-Estado por
los Estado-nación. El cambio de paradigma queda retratado en cómo las
sucesivas ediciones del Diccionario de la lengua española
modifican radicalmente el concepto de «nación». En 1780, era «la
colección de habitantes de alguna provincia, país o reino»; mientras que
un siglo después, en 1881, era «el estado o cuerpo político que
reconoce a un centro común supremo de gobierno».
Este
proceso de crear una identidad nacional tuvo un enorme éxito en sus
orígenes en la mayoría de territorios españoles, sobre todo en los más
industrializados, véase Cataluña y el País Vasco,
pero sufrió varias anomalías en su fase intermedia. El enclenque
desarrollo de la red ferroviaria, de la escuela (un gran factor de
cohesión) y la mala salud del ejército a finales del siglo XIX
terminaron manifestando el descontento de algunos sectores dirigentes
frente a ese estado nación español. En Cataluña, los
industriales textiles perdieron mucho volumen de negocio con la caída de
las últimas colonias y decidieron hacer una apuesta hacia otros
proyectos de nación. Ese es el origen delos nacionalismos excluyentes periféricos, que no del independentismo, siempre marginal acaso hasta fechas recientes.
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