La implicación española en la Matanza de San Bartolomé, la 'boda roja' que dejó 7.000 muertos (en ABC)
Al conocer la masacre ocurrida contra los
hugonotes en París, Felipe II «empezó a reírse, dando muestras de placer
y satisfacción» y aseguró que tuvo aquel día uno de los mayores
«contentamientos de mi vida»
Catalina de Médici aparece en el centro, vestida de negro. en este cuadro de la matanza pintado por Édouard Debat-Ponsan
La madrugada del 23 de agosto de 1572, una señal dada por las campanadas de maitines desde la iglesia de San Germán-Auxerrois, próxima al Louvre, dio comienzo a la llamada Matanza de San Bartolomé en Francia. Como Felipe II de España llevaba años aconsejando, Carlos IX
ordenó eliminar a los cabecillas protestantes reunidos en París durante
esos días a modo de ataque preventivo. Cuando el embajador francés
acudió al Alcázar de Madrid a dar las novedades, Felipe
«empezó a reírse, dando muestras de placer y satisfacción» y aseguró
que tuvo aquel día uno de los mayores «contentamientos de mi vida».
La
brutal y sorpresiva persecución de protestantes se cobró entre 7.000 y
12.000 muertos, con la boda teñida de sangre entre uno de los líderes
calvinistas y la hermana del Rey de Francia como rojo telón de fondo.
Retrato de Catalina de Médici- WikimediaMientras
España disfrutaba de un tiempo de paz en lo que a guerras internas se
refería, Francia se desangró todo el siglo XVI en una guerra civil
interminable entre católicos y calvinistas. Carlos I y Felipe II no dejaron en ningún momento que crecieran en la península las corrientes protestantes, siendo aquella una demostración de la uniformidad de su dominio hispánico;
en contraste con los monarcas franceses, demasiado debilitados para
impedir una guerra civil que privó a Francia del puesto de potencia
hegemónica que parecía tener su nombre a principios de la Edad Moderna.
Felipe II de España, en cualquier caso, sufrió sus
particulares guerras de religión en los dominios hispánicos de los
Países Bajos, donde el apoyo de los protestantes alemanes, ingleses y
franceses mantenía abierto el conflicto a pesar de los muchos recursos y tropas enviados desde España.
De ahí el interés de los españoles en que Francia pusiera fin al poder
de los hugonotes (los protestantes franceses), que se aprovecharon de la
debilidad de la Monarquía gala para aumentar su influencia.
El Rey de Francia, Carlos IX,
era católico y se cuidaba por mantener la paz con su cuñado Felipe II,
pero se mostró incapaz de cortar la creciente influencia hugonote, mas
cuando era su madre, Catalina de Médici, quien realmente reinaba en las sombras debido a la debilidad física y mental del soberano.
España carga contra la debilidad de Carlos IX
En julio de 1566, la Corona enmendó el edicto de Amboise para prohibir el culto protestante en Francia, a lo que los hugonotes reaccionaron intentando secuestrar al Rey en Meaux.
A la vista de su fracaso, los protestantes se lanzaron a poner sitio a
París. Carlos IX y su madre se vieron obligados a pedir auxilio al Gran Duque de Alba, gobernador de los Países Bajos,
que llegó a enviar 2.000 arcabuceros y 1.400 soldados de caballería, si
bien el cerco se rompió sin necesidad de que intervinieran los
españoles.
III Duque de Alba de Tormes- WikimediaNo obstante, las tropas católicas vencieron finalmente a los hugonotes en la batalla de Saint-Germain (1567)
y forzaron su retirada a la región que se extiende entre Sens y Troyes,
allí se unieron con refuerzos alemanes dejando de nuevo el tablero de
juego en punto muerto. En poco tiempo, Catalina de Médici se convirtió
en la máxima defensora de alcanzar un acuerdo de paz y poner fin a la
tercera de las Guerras de religión en Francia.
En 1570 se firmó la conocida como la Paz de Saint-Germain por la que la Corona aceptó la readmisión de los protestantes en la administración pública, así como la libertad de culto en privado. Felipe II, casado con una de las hijas de Catalina, veía incomprensible el cambio de postura de su suegra. En diciembre de 1568, Alba escribió al Monarca español en gruesos términos sobre lo que estaba ocurriendo en Francia:
«Vuestra
Majestad no puede imaginar el mal gobierno que Carlos y Catalina
conducen, creyendo engañar al mundo entero; no he visto ni un hombre ni
un caballo que crea capaz de hacer nada de mérito; negocian puramente
como niños».
Para más humillación, la paz habría de
certificarse con el enlace matrimonial entre la Princesa Margarita de
Valois –otra de las hermanas del Rey– y el noble calvinista Enrique de Borbón (el futuro Enrique IV de Francia). Esta boda fue prevista para el 18 de agosto de 1572, sin que fuera aceptada ni por el Papa Pío V, ni por su sucesor Gregorio XIII. Tampoco por el pueblo parisino. Si bien se calcula que había cerca de dos millones de protestantes en Francia,
la capital del reino era un lugar hostil a este grupo religioso y
recibió con desprecio la llegada de un gran número de nobles
protestantes para asistir al enlace. Los gastos y la exhibición de lujos
terminaron de incendiar el ánimo del pueblo.
Enrique III de Navarra y Margarita de ValoisY
no era menor la hostilidad entre los nobles. Las sucesivas guerras y
masacres había convertido a muchos en enemigos irreconciliables, siendo
ahora que tenían que compartir los asientos de la Corte. Como muestra de
la tensión, la católica Casa de Guisa se negó a ceder su lugar en las ceremonias a los Montmorency,
redomados protestantes, y la tensión empezó a materializarse en ruido
de conspiración. Así y todo, la ceremonia se llevó a cabo en la fecha
fijada con la bendición realizada por el cardenal de Borbón, tío de Enrique, delante del atrio de la Catedral Notre Dame de París.
La incapacidad para ponerse de acuerdo limitó la ceremonia a una mera
bendición, evitando la celebración de la misa de esponsales
La
violencia hizo acto de presencia cuando todavía resonaba la bendición.
En el contexto de los festejos por la boda, el 22 de agosto de 1572 se
perpetró un atentado con arcabuz contra Gaspar de Coligny, almirante hugonote, a consecuencia del cual perdió un dedo y resultó herido en el brazo izquierdo.
Un partido protestante fuerte en Francia significaba más aliados para los rebeldes de Flandes
¿Quién
estuvo detrás de un atentado que ponía en riesgo una paz tan precaria?
La Casa de Guisa atrajo todas las miradas sospechosas, porque además
creían que Coligny había estado detrás de la muerte de Francisco de Guisa,
asesinado diez años antes. Asimismo, el disparo contra el almirante se
hizo desde la casa de un miembro de la familia. El otro de los grandes
sospechosos era el propio Rey de España, aliado de Guisa, que buscaba
así evitar una paz que iba a perjudicar sus intereses en los Países
Bajos: un partido protestante fuerte en Francia significaba más aliados
para los rebeldes en Flandes.
Una boda roja a la francesa
Las
miradas también se dirigieron a Catalina. Difícilmente podía no estar
enterada de los preparativos de un atentado de esa magnitud, si es que
no lo orquestó ella misma; y por supuesto, no movió un dedo para hallar a
los auténticos culpables cuando los calvinistas se lo reclamaron. Según
la tradición, Coligny habría adquirido demasiada
influencia sobre el joven Carlos IX y la Reina madre quiso poner fin de
golpe a esta amenaza. Si en algún momento Catalina se había elevado como
garante de la paz, su papel en el atentado y en la Noche de San Bartolomé dejó claro que la suya era una postura más cercana, en verdad, a la de Felipe II.
Carlos
IX ordenó ejecutar «a los que pretenden levantarse contra el estado», a
excepción de los príncipes Enrique de Navarra y el príncipe de Condé
Mientras
la Reina madre cenaba en vísperas del día 23, los protestantes
irrumpieron para pedir justicia y recordando a Catalina que a las
afueras de París un ejército 4.000 hombres hugonotes
clamaba por encontrar a los asesinos. Catalina entendió al momento (si
es que todo no formaba parte de un plan organizada por ella para llegar a
esa situación) que debía adelantarse al inminente ataque hugonote.
Tras
cerrar todos los accesos a la ciudad y proporcionar armas a los
burgueses, la Reina madre se dirigió a la habitación de su hijo y le
describió con grandes palabras un complot de los hugonotes para
asesinarle aquel mismo día y apoderarse de la Corona. Histérico por la noticia, Carlos IX ordenó ejecutar «a los que pretenden levantarse contra el Estado», a excepción de los príncipes Enrique de Navarra y el príncipe de Condé.
A los pocos minutos, la campana de la iglesia de Saint Germaint
Auxerrois, que durante siglos había avisado a los ciudadanos de París
para que tomaran las armas, tocó a rebato y Catalina transformó en
masacre lo que todavía era parte de los festejos por el enlace
matrimonial entre su hija y un calvinista.
Representación de la matanza de San Bartolomé según François DuboisEn una escena que haría las delicias del televisivo personaje de «Juego de Tronos» Walder Frey,
los soldados católicos recorrieron el palacio, sacando a los nobles
hugonotes y a sus mujeres de las camas y matándolos allí mismo. Se dice,
no en vano, que un hombre escapó y entró gritando en la habitación de
la recién casada princesa Margarita, sujetándola ante su cuerpo para que
le sirviera de escudo. El hombre no salió con vida de aquel lance.
Una guarnición de soldados se dirigió también a la casa del almirante Coligny a terminar el trabajo. El almirante Coligny
fue sacado por la fuerza de su lecho y arrojado a la calle por una
ventana de palacio. La matanza se extendió a las calles parisinas y se
alargó varios días, a pesar de los intentos reales por frenar la locura
homicida del pueblo.
Además, el Rey firmó la orden de que se aplicaran medidas similares en el resto del país.
En los días siguientes tuvieron lugar matanzas en los lugares en los
que los hugonotes estaban en minoría. El número total de muertos se
estima en total en 2.000 en París y de 5.000 a 10.000 en toda Francia.
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