En este extracto de la serie de documentales Human planet, producido por la BBC, podemos ver por primera vez en la historia escenas del avistamiento, de una de las tribus no contactadas que habitan en la Amazonia en la actualidad.
Las imágenes fueron tomadas por Jose Carlos Meirelles, quien trabaja para la National Indian Foundation (FUNAI), una agencia encargada de la protección de los intereses y culturas indígenas de Brasil. Ser capaz de probar su existencia mediante fotografías y vídeos resulta de vital importancia para su futuro, ya que muchas compañías madereras y mineras lo niegan. Por esta razón, varias organizaciones ponen su empeño en probar su presencia en estas zonas, antes de que las grandes corporaciones lo hagan y los aniquilen. Mirelles cree que conocer a estas gentes tiene un interés especial para nosotros porque nos recuerdan que otra manera de vivir es posible, ya que son los últimos humanos libres del planeta.
Marx lo llamaba una “enciclopedia andante”. Nunca llegó a decir que sin Friedrich Engels (1820-1895), no habría podido escribir El capital, al menos tal y como hoy lo conocemos. La historia no ha sido muy benevolente con Engels, oculto bajo la sombra de un gigante y además denunciado por algunos seguidores de su maestro. Para desmentir esa idea y acercarnos a la figura, incluso algo novelesca, de Engels, el historiador y diputado laborista Tristram Hunt escribió El gentleman comunista, que ahora publica en castellano la editorial Anagrama.
¿Por qué tantos intelectuales marxistas han acusado a Engels de la deriva totalitaria de Stalin y del comunismo soviético?
En parte porque querían salvar a Marx. Si Engels era el responsable de lo ocurrido en el siglo XX, eso dejaría limpio a Marx. Hay elementos que conectan a Engels a través de Lenin con el materialismo dialéctico y la ortodoxia de los años treinta. Pero el libro demuestra que si sólo consideras esa parte de Engels, pierdes una parte muy importante de su pensamiento y obra. Es muy fácil e históricamente incorrecto acusarle de todos los males del marxismo-leninismo.
Marx y Engels forman la pareja más importante de la filosofía política. Se complementaban perfectamente.
Engels era más pragmático en la política. No era un gran filósofo político como Marx. Era consciente de que necesitas una maquinaria política para conseguir resultados. Siempre estaba presionando a Marx para que terminara los escritos con los que guiar al movimiento político. Tenía un punto de vista mucho más práctico al enfrentarse a la política. Sobre asuntos como la vida en las grandes ciudades, el imperialismo o el feminismo, era capaz de conducir a Marx en distintas direcciones. Lo más importante es que Engels comprendía la realidad práctica del capitalismo, cómo funcionaba por su experiencia en Manchester (donde trabajaba como gerente de la empresa de su familia).
Su primer encuentro no funcionó muy bien. ¿Qué ocurrió?
Eran jóvenes y no se fiaban el uno del otro. Marx pensaba que Engels formaba parte de ese confuso grupo de gente que estaba perjudicando las reformas progresistas que él buscaba. Fue un encuentro algo hostil, pero luego Marx tuvo la oportunidad de leer algunas de las cosas que Engels escribió en Manchester, y, cuando volvieron a verse, todo fue muy diferente.
Algunos hechos de la vida de Engels sorprenderán a los lectores. Era un revolucionario y también casi un vividor.
Eso es porque recordamos a Engels con esa gran barba y luego están todas esas imágenes soviéticas. Él tenía una personalidad más directa e interesante, una figura más relacionada con la contracultura de su época que Marx, que era un intelectual que siempre estaba en las bibliotecas. Engels es alguien que abraza la vida.
Engels es una figura llena de contradicciones. Casi llevaba una doble vida. De día dirigía una empresa y de noche conspiraba como revolucionario para acabar con el capitalismo.
Eso lo cuenta bastante bien un sobrino que le visitó en Manchester y que le hizo esa pregunta. Su respuesta fue que tenías que hacer esas cosas bajo el capitalismo para poder sobrevivir. Todo el dinero que ganaba lo utilizaba para financiar a Marx y acabar con ese sistema social. Personalmente, para él era terriblemente incómodo y en sus cartas a Marx aparece ese sentimiento, pero en cierto modo ese es el acuerdo al que llegó con el sistema. Nunca pensó que tenía que disculparse por eso.
Y nunca pensó en renunciar.
No, porque no podía permitírselo. Y además le gustaba el dinero y el estilo de vida que le concedía.
En su libro sobre la clase obrera en Inglaterra, vemos al Engels ensayista pero también al periodista que busca hechos en la calle.
A Engels le encantaba caminar y pasear por la ciudad, conocer diferentes sitios y relacionarse con la gente de la clase trabajadora, pero por otro lado también había una distancia. El lenguaje en el que los comparaba con animales era muy duro. Puedes leer en su obra sobre la depravación, la miseria en la que vivía la clase trabajadora, pero no encuentras mucha humanidad o compasión en esa descripción. Muy pocas veces encuentras esa voz, la de la clase trabajadora, en sus textos.
Veía estos terribles barrios de Manchester como si fueran un laboratorio.
Exactamente.
Su amante, la irlandesa Mary Burns, fue su guía en Manchester. ¿Fue la mujer más importante en su vida?
Creo que fue Lizzy, la hermana, la más importante. Mary fue una excelente guía en Manchester, pero Lizzy
(que se convierte en su compañera tras la muerte de Mary) es una figura más sofisticada y atractiva que además le sirve a Engels para cambiar su punto de vista sobre Irlanda y el papel del imperialismo. Y además, la familia de Marx se llevaba muy bien con Lizzy.
Dos años después de la fría cita de Berlín, Marx y Engels vuelven a verse y ahí comienza su relación. ¿Qué había cambiado?
Es entonces cuando Engels descubre que Marx ya es una gran figura histórica. De forma consciente, da un paso atrás. Ahí está esa gran frase cuando dice: “Yo estaba contento con ser el segundo violín ante tan gran primer violín como era Marx”. Por eso, tendemos a olvidar su gran contribución. Pero siempre estuvo ahí para apoyar a Marx. Es aún más cierto después de la muerte de Marx, cuando se convierte en guardián del legado de su amigo.
Y le perdonaba todo. Marx era un desastre en muchas cosas de su vida personal y siempre estaba pidiéndole dinero.
La única crisis fue cuando Marx fue especialmente insensible tras la muerte de Mary Burns. Engels le escribe para contarle que Mary ha muerto. Marx le responde: “Eso es terrible, pero necesito cinco libras para el colegio de las niñas”. Aparte de esa situación, fueron inseparables.
Tras participar en los combates en Alemania de la revolución de 1848, Engels regresa a Manchester. ¿Es una humillación?
Lo es. Es terrible para él. Pero pronto vuelve a darse cuenta de que, con independencia de cómo ha sido su vida en los últimos diez años, de sus expectativas, debe sacrificar sus ambiciones como revolucionario, y seguir trabajando en la industria del algodón y manteniendo a Marx, lo que fue un gran sacrificio.
Para escribir El capital’, Marx reclama datos y cifras que desconoce.
Cuando Marx intenta comprender el funcionamiento del capitalismo, depende por completo de la información que le da Engels sobre la evolución de los salarios, el funcionamiento de la producción o la Bolsa. Eso condiciona su visión de Marx del capitalismo porque todo se refiere a la industria del algodón de Manchester, que es una evolución extrema y avanzada de lo que era el capitalismo de la época.
¿Podríamos imaginarnos cómo hubiera sido Marx sin Engels?
Marx seguiría siendo lo que fue, pero sin Engels no hubiera existido la maquinaria política, la propagación de sus ideas y la internacionalización. Le hubiera faltado la aplicación de sus ideas al imperialismo y al feminismo. No creo que el marxismo hubiera evolucionado de la misma manera.
“Esos imbéciles creen que estamos fabricando dinamita”
La familia de Marx apodaba a Engels ‘el General’ por sus artículos periodísticos sobre temas militares. Era un experto de sofá, pero llegó a publicar buenos artículos sobre la guerra de Crimea y la guerra franco-prusiana en la prensa inglesa.
Desde joven, no era alguien que volviera la espalda a una pelea. Se inició en la esgrima, y no como deporte. Llegó a participar en algunos duelos. “Con el segundo, me batí ayer y le asesté una buena encima de la ceja, desde arriba, una verdadera parada de primera”, escribió en una carta.
Engels era un hombre de acción y de costumbres poco convencionales en un revolucionario. Sus textos se convirtieron en guía del feminismo marxista, pero antes, y para escándalo de unos cuantos comunistas puritanos, no perdía la oportunidad de pasearse con numerosas amantes.
El alemán amaba la buena vida. Le encantaba cabalgar y participar en la caza del zorro sin que muchos de sus acompañantes burgueses supieran el alcance de sus ideas.
“Si no hubiera francesas, la vida no tendría sentido”, dijo una vez, lo que demuestra que no sólo sobre el socialismo tenía las ideas claras. Demostró sus dos vidas en la revolución de 1848. En París no llegó a sumergirse en la revuelta y decidió pasar varias semanas paseando por la Francia rural disfrutando del vino, la comida y, claro, las francesas.
Sin embargo, unos meses después estaba en Alemania y participó en primera línea del frente en los ataques contra la infantería prusiana. Nunca permitió que sus correligionarios olvidaran que había estado en las barricadas.
En Londres disfrutó de la libertad que nunca tuvo en Alemania. Todos los domingos su casa se abría a amigos para beber y discutir bajo una discreta vigilancia policial. “Es evidente que esos imbéciles piensan que estamos fabricando dinamita cuando en realidad hablamos de whisky”, se reía Engels.
Tristam Hunt revela en «El gentleman comunista» la contradictoria vida del pensador
Engels, el socialista de pega
El motivo de una biografía es la comprensión de un hombre, el origen de sus inquietudes, las causas que determinaron sus decisiones. ¿Qué hace que un individuo se rebele contra su clase social y su familia?
LA RAZÓN, 16 Marzo
En un momento de crisis, en el que se cuestionan los pilares que sostienen el libre comercio y el mercado reclama trabajadores cada vez más baratos, no está mal aproximarse de nuevo a Friedrich Engels. Ahora que se ha extinguido la alargada sombra de la URSS, quizá sea el instante adecuado para revisitar su figura sin los prejuicios históricos que hemos heredado de la Rusia de Lenin y Stalin, debatir su influencia en la redacción de «El manifiesto comunista» y «El capital», y preguntarse hasta qué punto es responsable de las dictaduras comunistas y de los asesinatos cometidos en nombre del marxismo. El historiador Tristam Hunt traza un intenso retrato intelectual y vital de este personaje contradictorio, propietario de una industria textil y cofundador de una de las teorías políticas más importantes y difundidas en los siglos XIX y XX.
Bohemio, bebedor, juerguista, pertinazmente combativo en las barricadas, defensor de la caza del zorro (ambiente en el que se codeó sin complejos con lo más distinguido de la aristocracia británica), Engels siempre disfrutó de una vida acomodada. Gastaba cierto «aire de tunante» que le procuró éxito en los asuntos amorosos, y apreciaba «el Château Margaux, la cerveza Pilsener y las mujeres caras» (aunque en su madurez censuró la prostitución, durante su juventud recurrió a ella sin titubeos). El autor describe con minuciosidad la industrialización, el pauperismo, los barrios obreros y la atmósfera cultural y filosófica que impregnaba aquellos años. Pero, sobre todo, Hunt narra de una forma extraordinaria el viaje ideológico que condujo a Engels al comunismo. Aborda el ambiente puritano de su infancia, el romanticismo de su juventud, el descubrimiento de los principios socialistas y el decisivo encuentro con Karl Marx, con quien fraguó una inquebrantable «asociación ideológica» que se mantuvo hasta la muerte de éste (una relación que está espléndidamente contada).
Al principio del siglo XXI, la descripción de las condiciones laborales de China se parecían a las de Manchester en 1840. El autor se plantea, por eso, si es justo, como se está haciendo ahora, disculpar al «humanista» Marx de la China de Mao y la Camboya de Pol Pot, y acusar solamente de sus abusos al «mecanicista» Engels, el amigo fiel que optó por un papel secundario en la historia para que su compañero desarrollara una tesis que otros llevarían muy lejos.
REALES COMO LA BATALLA MISMA EL PAÍS - Cultura - 15-03-2011
La belleza y el dolor de la batalla completa un mosaico de la I Guerra Mundial a partir de historias como las de Florence Farmborough (izquierda), enfermera inglesa que sirvió en el Ejército ruso. O la de Kresten Andersen, soldado alemán de origen danés (a la izquierda, en la imagen de en medio) y el artillero neozelandés Edward Mousley.
El historiador y académico sueco Peter Englund construye un ambicioso fresco sobre la contienda a partir de la investigación minuciosa de 20 personajes reales
JACINTO ANTÓN- Barcelona - EL PAÍS 15/03/2011
La Gran Guerra, desde dentro. Como vivencia personal. Nunca fue tan próxima, tan íntima y a la vez tan terrible la experiencia bélica de ese conflicto, con todos sus cañones, su sufrimiento atroz y sus múltiples ejércitos y escenarios -el Somme, Verdún, Ypres, Marne, Chemin des Dames, sí, pero también los menos conocidos, como Mesopotamia (el asedio de Kut Al-Amara) o el África del Este-. Jamás contó nadie la I Guerra Mundial como la cuenta el escritor Peter Englund (Boden, Suecia, 1957), historiador y miembro de la Academia sueca, en La belleza y el dolor de la batalla (Roca editorial, 2011).
Del húsar al aviador, el artillero o la enfermera, un mosaico de destinos
Lo hace, magistralmente, a través de 20 personajes muy diversos, del húsar austrohúngaro al piloto belga de la aviación británica pasando por el cirujano de campaña estadounidense, el artillero alemán (judío) o el cazador de montaña italiano. Veinte personas absolutamente reales, de carne y hueso, que vivieron la guerra -todos en el frente menos una colegiala alemana y un funcionario francés, que ponen el contrapunto de la retaguardia- y que nos la cuentan a través de la pluma de Englund, uno a uno, casi al oído de tan cerca, con la empatía de las trincheras, alternándose en sus relatos.
El libro, de lectura apasionante, se estructura en pequeñas entradas cronológicas de entre una y tres páginas, 277 fragmentos en total a través de los que seguimos las grandes líneas del conflicto y, paso a paso, las vicisitudes de los personajes, cuatro de sexo femenino. Sufrimos con ellos, compartimos los tremendos sucesos en que se ven envueltos, sus estados de ánimo, sus expectativas, sus miedos, su dolor, vemos a través de sus ojos la devastación y el espanto (¡tantos cadáveres, hervideros de moscas y gusanos!) y atravesamos la guerra para emerger en la súbita y asolada paz de 1918 profundamente conmovidos.
Englund recalca que se trata de "una obra de historia, un libro sobre gente real confeccionado con el material que dejaron, cartas, diarios, memorias; no he inventado nada". Lo que ha hecho, dice, "es aprovechar todo lo que suele quedar aparte en la gran historia global, los sentimientos individuales, incluso los sueños, cosas que están en las fuentes pero que suelen ser descartadas o aprovechadas en una mínima parte por los historiadores". Miembro del jurado del Nobel de Literatura, a Englund le ha influido Mario Vargas Llosa, "no para escribir ficción pero sí para crear una gran pintura con muchos personajes".
Entre las escenas más tremendas, inolvidables -recordemos además que Englund ha sido corresponsal de guerra-, el ataque con gas clorado al que asiste la enfermera rusa Sophie Bocharski -la chica ve cómo huyen hacia ella centenares de soldados ciegos babeando y vomitando -"¡una niebla nos persigue!"-, la matanza de armenios que presencia el oficial de caballería venezolano (¡) adscrito al ejército otomano, Rafael de Nogales (un aventurero con hechuras de Lawrence de Arabia pero en el bando opuesto), o las 10 jornadas en el indescriptible infierno de la cresta 321, en pleno Gólgota de Verdún, del militar francés René Arnaud.
¿De dónde procede el interés del autor por la I Guerra Mundial? La dedicatoria del libro es a un soldado llamado Carl Englund que murió en combate en Amiens en 1917... "Era un pariente lejano", aclara. "La Gran Guerra es apasionante porque supone el inicio de una nueva era".
Esos cuatro años y medio de guerra, desde el disparo de Sarajevo el 28 de junio de 1914 al armisticio el 11 de noviembre de 1918, cambian profundamente a nuestros personajes. A alguno tanto que lo matan (un australiano, en Galípoli). También hay quien desaparece (un soldado danés del ejército alemán), queda mutilado (el aviador) o se vuelve loco (un soldado italiano). Habrá asimismo quien descubra, en medio de tanta tragedia, el amor (la conductora de ambulancias australiana en el ejército serbio). Y quien vea un rinoceronte.
Nuestro húsar, altivo y elegante al inicio, acaba desmontado, embutido en un uniforme gris hechtgrau y aprendiendo a usar -o tempora!- la ametralladora. El soldado Buchanan, apasionado naturalista, estará junto al cazador y explorador Selous cuando este caiga abatido por una bala alemana en Tanganika. Andresen verá desde su trinchera el derribo del as Immelmann. Todos sin excepción sufren impensables transformaciones. Incluso hay quien deviene héroe (y gana la Cruz Victoria: Alfred Pollard).
A ratos te parece estar en una novela de Ken Follet o de Irwin Shaw, tal es el poder narrativo del texto; pero aquí, subrayémoslo de nuevo, todo es real. Englund ha realizado un trabajo colosal, casi demiúrgico. Ha resucitado a los personajes con toda su carga de emociones para que nos cuenten de primera mano, en directo, los acontecimientos en que se vieron involucrados. Hasta los olores nos llegan. El libro incluye retratos de los 20 protagonistas, así que el lector, que ya les ha puesto sentimientos y corazón, puede ponerles también rostro. Elegirlos, a los personajes, "ha sido buena parte del secreto, había muchos para escoger, he intentado cubrir un amplio espectro". Tendrá sus favoritos. "Sí", ríe Englund. "La jovencita alemana, el cirujano...".
No se crea que la perspectiva cercana, íntima, personal, de la guerra redunda en perjuicio de la visión global. El tapiz es completísimo. En esas 20 voces está ¡toda la I Guerra Mundial! Del Gran Berta -el mortero de asedio Krupp- y los zepelines a los cambios en la ropa interior femenina y la neurosis de guerra. Todo tiene cabida. La guerra aérea, los buques corsarios -un personaje oye el fragor del último combate del Emdem-, el pus gonorreico, la disolución del ejército ruso, el avance de la cirugía reparadora de los rostros destrozados, la introducción de los nuevos cascos de acero...
Englund cierra su libro con un personaje que no aparece hasta la última página. Ese personaje, el número 21, un cabo alemán, nos anuncia que ha decidido dedicarse a la política.
Es Adolf Hitler.
Universo emocional
AMELIA CASTILLA EL PAÍS 09/04/2011
Peter Englund relata 227 microhistorias a través de 20 testigos de la I Guerra Mundial
Ya quedan pocos testigos, casi todos han muerto. Pero Peter Englund (Suecia, 1957) ha encontrado una manera personal de contar una parte de los horrores de la Primera Guerra Mundial. A través de los testimonios de 20 personas, elegidas entre las más bajas jerarquías y de una edad media en torno a los 20 años, el historiador y miembro de la Academia Sueca reconstruye el terrible conflicto en el que murieron cerca de diez millones de personas, no tanto desde el punto de vista bélico como desde el terreno emocional. Está la guerra con toda su crudeza pero Englund pone el foco en los testimonios y las dramáticas experiencias personales a las que acabarán enfrentándose una colegiala alemana, de 12 años, una enfermera inglesa del ejército ruso, un cirujano de campaña del ejército norteamericano, un ingeniero australiano y un marinero de un acorazado alemán, entre otras víctimas de la Gran Guerra. Una mínima ficha, con la fecha, el nombre del personaje elegido y un pequeño título para situarlo en el lugar del mundo donde se encuentra anuncian cada entrada de los distintos personajes hasta completar 227 microhistorias. Cada año nuevo de conflicto se acompaña de una cronología sobre la marcha de los acontecimientos. Los gritos, vítores, ondear de banderas y la emoción contenida que despierta la misma declaración de la guerra y la partida de los soldados al frente se va trasformando, a medida que avanza la guerra, en impotencia y dolor. Se trata, eso sí, de impresiones construidas a base de apuntes memorísticos, casi ninguno de estos testigos conoce el alcance real de lo que sucede, de sus reacciones se desprenden actitudes pacifistas, belicistas y delictivas. No son héroes. En lo único que coinciden cada uno de estos 20 testigos es en que la guerra les robó la juventud, la humanidad y, en algunos casos, la vida. Algunas de las impresiones anotadas en sus diarios transmiten sensaciones y sentimientos: "Era tal nuestro aturdimiento que partíamos a la guerra tan tranquilos, sin lágrimas ni espanto, y eso que todos sabemos que nos envían al puro infierno. Pero ceñido por un rígido uniforme el corazón no late con libertad. Uno deja de ser uno mismo, apenas un ser humano, a lo sumo un autómata que funciona convenientemente y que hace lo que le dicen, sin recapacitar demasiado. Ay, Dios mío, ¡ojalá pudiéramos volver a ser personas!", escribe Kresten Andresen, un soldado del ejército alemán de 23 años. La belleza y el dolor de la batalla concluye, tras la firma del armisticio, con unas notas extractadas de Mi lucha en las que Adolf Hitler constata que Alemania ha perdido la guerra y se encuentra a merced de los vencedores: "Confiar en la generosidad del enemigo podía ser solo cosa de locos o bien de embusteros o criminales. Durante aquellas vigilias germinó en mí el odio, el odio contra los promotores del desastre. En los días siguientes tuve conciencia de mi Destino".
La belleza y el dolor de la batalla. La Primera Guerra Mundial en 227 fragmentos
Peter Englund
Traducción de Caterina Pascual Söderbaum
Roca Editorial. Barcelona, 2011
760 páginas. 24 euros Libro electrónico: 9,95 euros
Este blog ha cambiado de sitio
-
Hola a todos: como ya informé en una última entrada, el blog se ha mudado a
la plataforma Hypotheses. Agradezco lo comentarios y visitas que siguen
llegan...
"La excelencia: lección de Troya"
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Ayer en "El País", Adela Cortina, nos invitaba a reflexionar sobre un
dilema en el mundo de la educación y, en general, en la vida: "promover la
excelencia...
Dias que cambiaron la historia 2
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Rey Victor Manuel
Marcha sobre Roma
Benito Mussolini
1.Este acontecimiento se conoce como la “marcha sobre Roma” y se produjo
entre el 27 y 28 de octubr...