A través de veinte conversaciones inéditas, publicadas hasta ahora solo en ruso, la editorial Fórcola nos acerca a Tolstói. En esta entrevista responde a la pregunta «¿Qué es la felicidad?»
20/06/2012
¿Qué
es la felicidad? Responder a esta pregunta, y responder de tal manera
que con esa respuesta pueda uno más o menos guiarse, es algo que puede
hacer, sin duda, una personalidad solvente, un escritor conocido, un
filósofo. ¿Quién si no el conde Tolstói podría responder a esto, si quisiera, con autoridad y honradez? Así fue que me fui a buscarlo...
Al
llegar al callejón Hamovnichesky, donde en una casa antigua, de madera
señorial, vive nuestro famoso escritor, tenía serias dudas –debo
confesarlo– sobre si se decidiría a conversar sobre este tema, sabiendo
en particular que sería para una entrevista periodística... A él no le
gusta mucho que lo interroguen...
El
lacayo me abrió la puerta de la entrada y, mientras me quitaba el
abrigo abajo en la antesala, subió a informar de mi presencia, de donde
enseguida escuché que me decía: «¡Venga, por favor!».
Por el pasillo se escucharon unos pasos, y el conde Lev Nikoláievich Tolstói entró en el cuarto.
Creo que no hace falta describirlo, ¿quién no lo conoce, aunque sea de vista, por los retratos? Lo único que ningún retrato ha transmitido es la mirada de sus ojos, bondadosa, apacible y cariñosa.
Nos sentamos frente a frente y Lev Nikoláievich, subiendo un poco la pierna sobre el sillón, me dijo:
¿Qué
es la felicidad, es lo que quiere saber? –Y se sonrió, con una sonrisa
amable y silenciosa–. ¡La felicidad! ¡Acaso es posible hablar de ese
tema así tan apresuradamente! La verdad es que allá, en el extranjero,
la prensa acostumbra ahora a tratar superficialmente los asuntos más
serios.
¡Y
aun así, hay mucha gente que quisiera conocer, así sea
superficialmente, lo que más detalladamente le sería inaccesible! Al
menos una pregunta como esta: ¿qué es la felicidad? Cualquiera sabe qué
es la felicidad para uno personalmente, pero qué es la felicidad en
sentido abstracto, dónde buscarla, dónde alcanzarla, no lo sabe...
«Es imposible la felicidad con la ruptura de los lazos del hombre con la naturaleza»
Pero ¿acaso en la ciudad no se puede encontrar la felicidad?
¿En
la ciudad? Considere aquella vida que todos llevan en la ciudad como la
medida de lo que siempre las personas han llamado felicidad, y verá que
esa vida está lejos de tal idea.
¿Cuáles serían las características de la felicidad, sobre las que nadie discutiría?
«Sin plantas, sin animales, ¡la vida en la ciudad es una vida de presidiarios!»
Una
gran cantidad de gente vive en las ciudades, está atada a ellas, no
tiene posibilidad de vivir en la aldea, nace y muere sin verla. Así que
¿de veras es imposible la felicidad para ellos?
¡Es
imposible, estoy convencido de eso! Mire a qué está condenada esa
gente: a ver, bajo la luz artificial, los objetos elaborados por el
trabajo humano; a escuchar los sonidos de los coches, el estrépito de
los carruajes; a comer a menudo cosas no frescas y malolientes. Nada les
permite una relación directa con la tierra, las plantas, los animales.
¡Es una vida de presidiarios!
Pero ¿acaso las ciudades no son el resultado natural del desarrollo gradual de la familia, la comunidad?
¿De dónde ha sacado eso? Eche un ojo a la Historia y verá que las ciudades se construyeron con fines de conquista...
Bien,
pero si es así, los frutos y los éxitos de la civilización que se
manifiestan brillantemente en los grandes centros, ¿nada de eso tiene
sentido?
«Una condición más para lograr la felicidad es la familia»
¿Entonces significa que la ciudad es un obstáculo para la felicidad?
No,
no la ciudad. Es necesario el trabajo para ser feliz, pero el trabajo
libre, razonable, deseado, y sobre todo el físico, no el que atrofia el
cerebro y los músculos.
«Nuestra civilización, como las que hubo antes, llegará a su fin y morirá»
»Una
condición más para la felicidad es la familia. Y esto no existe aquí,
donde el éxito mundano se considera erróneamente como la felicidad.
¿Acaso todos estos maridos, estas esposas, conforman una familia? Con
frecuencia son uno para el otro una carga, y los hijos esperan a menudo
la muerte de los padres para hacerse con la herencia. [...]
[Conversación aparecida en La Gaceta de Petersburgo nº
341, el 10 de diciembre de 1896. No se logró establecer la identidad
del periodista que firmó esta entrevista bajo el seudónimo de Nard.]
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