dissabte, 16 de novembre del 2013

Gentry y pailarisme



Retrato de una época

Juan José López Burniol

La Vanguardia, 2 de noviembre de 2013

¿Qué mundo es el que refleja Jane Aus­ten en sus novelas? El de la gentry, que jun­tó -y por debajo- de la aristocracia consti­tuyó durante siglos la clase dirigente britá­nica.

El 'pairalisme' se convirtió en la base de una clase media campesina, dice Vicens Vives en 'Cataluña en el siglo XIX'


"Es una verdad mundialmente re­conocida que un hombre solte­ro, poseedor de una gran fortu­na, necesita una esposa". Así co­mienza Pride and prejudice -Orgullo y pre­juicio-, novela de la inglesa Jane Austen, publicada de forma anónima hace dos si­glos. La leí -casi seguro- de adolescente, pero lo que sí recuerdo bien es que, años después -con más de cuarenta-, estando aburrido la tarde de un día en que había subido a la Cerdanya, la cogí al azar de una estantería y comencé á releerla. No la terminé de un tirón, pero casi, y, en los me­ses posteriores, di cuenta de buena parte de la obra de Austen. Aún ahora, veo en una librería de mi estudio, ordenadamen­te dispuestos, todos los ejemplares. Ade­más, después de leerlas, he visto un par de películas -primorosamente inglesas- basa­das en su obra. ¿A qué se debe esta devoción tardía? Porque, si bien se piensa, las historias que cuenta no pueden ser más anodinas y convencionales, con un desarrollo previsible y un final cantado. Pero, no obstante, me atraparon, no por lo que se cuenta sino por cómo se cuenta. Jane Austen, cuyas obras se publicaron con dificultades y escaso éxito, irrumpió en un ambiente dominado por el delirio sentimentaloide y el tremendismo gótico de unos folletones de cartón piedra con castillos, pasadizos, ermitaños, crímenes, duelos, venganzas y secuestros. Ella, en cambio, escribió en la sala de estar de la rectoría de su padre una crónica exacta y distanciada del mundo que la rodeaba. Tan distanciada que parece escribir desde fuera de este mundo, sin que ella llegue a mostrarse ni, menos aún, a manifestarse. Cuenta y describe, pero no juzga. Es tan exacta, que de ella dijo Virginia Woolf: "Es la mayor escritora..., no intenta escri­bir como un hombre. Todas las demás mu­jeres lo hacen, por eso no las leo".

¿Qué mundo es el que refleja Jane Aus­ten en sus novelas? El de la gentry, que jun­tó -y por debajo- de la aristocracia consti­tuyó durante siglos la clase dirigente britá­nica. La gentry estaba com­puesta -escribe Esteban Ca­nales- por unos cuantos miles de familias (entre diez y trece mil), con propiedades de muy diversa cuantía, que en su límite inferior -los country gentlemen, que incluían pequeños hacendados o squires, clero, profesionales, ofi­ciales retirados y comercian­tes- eran propietarias de unos pocos centenares de hec­táreas y unos cientos de li­bras anuales de renta, y que, en su nivel superior, podían llegar a codearse con los pares del reino. Todas estas familias unían a su riqueza -mayor o menor- influencia política y prestigio social. Es cierto que la gentry apenas si tenía acceso al Parlamento de­bido a lo elevado de los costes electorales, pero desempeñó un importante papel en la ad­ministración local de la Ingla­terra rural, sobre todo desde los puestos de la justicia de paz. iSu conducta se guiaba por un código de valores que se fundaba en una cierta des­preocupación -sólo aparen­te- por las cuestiones prácti­cas, un acusado sentido del honor y el protocolo, un com­portamiento liberal y hospita­lario, y un talante deportivo ante la vida. Defendía la idea de libertad, pero no la de igualdad ni la de fraternidad; por lo que no es extraño que Coubertin extrajese de este modelo esta idea: "¡Renunciemos a esta peligrosa qui­mera de una educación igual para todos y sigamos el ejemplo del pueblo británico, que comprende tan bien la diferencia que hay entre democracia e igualdad!".

Un dato que me llamó la atención es que la sencilla trama de un par de novelas de Austen gira en torno a una sustitución fideicomisaria, es decir, de la fórmula utili­zada habitualmente para vincular una pro­piedad -"la casa"- en manos de una fami­lia, si bien, en Inglaterra, esta familia no se centraba sólo en la explotación agraria si­no que se involucraba en el comercio cre­ciente. Así lo detectó Voltaire, al constatar cómo se enriquecía la clase terrateniente inglesa a través de sus incursiones en el mercado. El hecho de que los patrimonios familiares fue­ran heredados por los hijos mayores, mientras que los menores se dedicaban a los negocios, significaba que el altivo desdén por el comer­cio coexistía con una activa participación en él.

Este mundo no es tan distin­to -salvando las distancias-de la estructura social catala­na de la época, como pone de relieve Vicens Vives en su li­bro Cataluña en el siglo XIX, donde escribe, con referencia al pairalisme, que este "se con­virtió en la base de una clase media campesina que iba a proveer a Catalunya de una le­gión de elementos activos en el campo y en la ciudad", gra­cias a la diáspora ciudadana de los fadristerns o cabalers. Así -dice Vicens- "las cases pairals o principals, vincula­das a una familia por la ley de herencia, constituyeron los puntos de referencia de una red de intereses sociales que sostuvo Catalunya en los mo­mentos de adversidad y de cri­sis. (...) Entre nosotros (el pai­ralisme) fue una especie de paternalismo con el que la gen­try del país dirigió el campesi­nado durante la época de la re­volución técnica agraria". Otra época.