Hoy no sobran referentes
En el modo de pensar de Jaume Vicens Vives el papel de las minorías creativas fue ganando mucho terreno
LA VANGUARDIA10/04/2011
En el modo de pensar de Jaume Vicens Vives el papel de las minorías creativas fue ganando mucho terreno, pero en su caso –como en otros aspectos de su vida– las ideas, henchidas de convencimiento y pasión, pedían ser llevadas a la práctica. La historia le convertía en un hombre de acción y la reconstrucción civil de la posguerra le llevaba a las aproximaciones pragmáticas. No sólo de Josep Pla pudo aprender que los logros más duraderos y explícitos del catalanismo se nutren de la capacidad pragmática, frente al todo o nada. En las horas de la Lliga, Pla ya lo había escrito: “Lo que nos interesa es negociar, construir, hacer”.
El oficialismo nacionalista acusó a Vicens Vives –como a Pla y Tarradellas– de refractario a los mitos del victimismo. La misma sospecha, la misma condena se hizo de toda aquella generación, monárquica o no, que procedía de la Lliga de Cambó y que hizo la guerra en las filas nacionales. Entonces se puso entre paréntesis a Pla, por ejemplo, o a las gentes de Destino, con Josep Vergés al frente. Pero vencedores y vencidos fueron todos escribiendo en Destino. Claro, no es casual que Vicens Vives pronto comprendiera que en buena parte era con aquellos, con los de Destino o con Pla, con los que se podía hacer cosas, constituyendo minorías creativas, del mismo modo que captó la existencia de grupos evolutivos en el régimen con los que no sólo era posible sino incluso necesario el entendimiento. Es Vicens Vives quien propone a Pla que escriba sobre el placer culinario porque, después de la guerra, el país se alimenta mal.
En aquel momento, procede de Vicens el empeño de impulsar nuevas minorías creativas. Sabe de su importancia en momentos como la Renaixença y el noucentisme. En 1956 funda la Aliança per al Redreç de Catalunya. No tendrá futuro, pero es ilustrativo subrayar la idea de aliança, fundamental para el reagrupamiento de energías en la posguerra, cuando la burguesía catalana, aún con su poder económico, era una sombra de sí misma. Aquella Aliança no prosperó, pero al cabo de dos años sería el germen del Cercle d’Economia, a partir de la conferencia de Vicens en 1958, sobre el capitán de industria español en los últimos cien años. Hoy estamos en lo mismo, en la necesidad acuciante de élites meritocráticas, en la universidad, en la opinión pública, en la concepción del bien común. Y mucho más aún, porque habitamos en una época postideológica.
Esas cosas comenzó a pensarlas Mañé i Flaquer en sus artículos. Sin duda, no fue un pensador original, pero sí un líder de opinión muy potente, partidario del conservar progresando, de la estabilidad y de abandonar el abstencionismo político para intervenir decisivamente en la vida pública. A mediados del XIX, Mañé intuye el despegue de la burguesía catalana, del mismo modo que Vicens Vives la tendrá como matriz reconstructora en la posguerra. En Toynbee, Vicens Vives se confirma en la idea de que las sociedades no son organismos que viven y mueren, sino sistemas de relaciones entre los individuos. Las minorías creativas pretenden dar respuesta positiva a un desafío. Veremos en qué quedan estas primeras décadas del siglo XXI.
Como Toynbee, Vicens Vives considera que los métodos y las ideas para afrontar los desafíos de toda sociedad provienen de una minoría creativa. Luego son mimetizados por la mayoría. Fundamentalmente, la minoría creativa es una idea de la responsabilidad ante la sociedad civil. Claro, es todo lo contrario de delegar en la clase política el funcionamiento de una sociedad. Entre otras cosas, la sociedad catalana del siglo XIX se había reactivado a contracorriente de la política tradicional, como una forma de regeneracionismo. Fue así como la Lliga de Cambó sustituyó al viejo caciquismo dinástico.
Y el horizonte de Vicens Vives, como en los regeneracionismos o en Ortega, era Europa. En este y en otros tantos sentidos, vale lo que decía Ortega: “El selecto se selecciona a sí mismo al exigirse más que a los demás”. Vicens es un reformista. ¿Hubiese sido un líder público o no? En parte lo fue, aunque él mismo conocía los peligros del wishful thinking. Su política, desde luego, no se ajustaba a los moldes habituales, era el afán intelectual de intervenir en la cosa pública y con sentido de la realidad, sin irrealismos. Curiosamente, toda una historiografía marxista se ha dedicado a la invención de otra Catalunya, maquinalmente irrealista. Años después de las iniciativas de Vicens Vives uno puede preguntarse qué queda de todo aquello, fuese o sea real o virtual. Estamos en un non sequitur, a costa de Vicens y Pla.
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