CRÍTICA: LIBROS / Biografía
El mito de Trotski
ANTONIO ELORZA EL PAÍS 11/09/2010
Trotski
Robert ServiceTraducción de Frances Reyes
Ediciones B. Barcelona, 2010
528 páginas. 29 euros
Service destaca en Trotski su excepcional calidad como orador, organizador y líder. En lo primero fue superior a Lenin y como organizador de procesos revolucionarios en curso, inigualable, como probó su dirección del soviet de San Petersburgo en 1905 y la preparación del acto insurreccional de octubre de 1917, por no hablar de su decisiva tarea en la organización y dirección del Ejército Rojo. Otra cosa fue su calidad como líder y organizador político, lastrada por un excesivo personalismo, exacerbado en los últimos años, y por su olvido de las reglas que presiden el funcionamiento de un partido político, tema en el cual fue siempre a remolque de sus adversarios. Deficiencia que por otra parte sorprende, ya que fue el primero en darse cuenta muy pronto, en 1904 y en su folleto Nuestras tareas políticas, de los mecanismos dictatoriales que encerraba el modelo organizativo propuesto por Lenin y de la inevitable sustitución que del mismo se derivaba hacia el vértice sofocando el supuesto poder del proletariado. Nunca aplicó tales previsiones a su etapa de gestor del poder soviético.
Trotski creía demasiado en sí mismo y por otro lado tendía a construcciones esquemáticas -inevitabilidad de la revolución permanente y del gobierno obrero-, que funcionan en 1905 o en 1917, a favor de corriente, pero que luego se distanciaron de la realidad tanto como sus valoraciones peyorativas de Stalin o de momentos críticos de la historia europea. Rara vez admitía los desmentidos que los hechos infligían a sus posiciones, expuestas siempre como verdades indiscutibles. Tal rigidez le resultó muy costosa en las relaciones con sus propios fieles. Uno de ellos desengañado, el futuro teórico de la managerial revolution, se lo planteó: no hay una "verdad de clase" y los hombres más peligrosos son aquellos que se creen en la posesión de la verdad. Trotski ignoró la observación.
Trotski fue un antidemócrata convencido, si bien creyó en una "democracia socialista" donde coexistieran las distintas corrientes revolucionarias. Aunque aplastó Kronstadt. No fue la cara amable de la revolución, por contraste con Stalin. Estudioso de la Revolución Francesa, el equivalente de la guillotina era su instrumento preferido en 1917 para aplicar a la burguesía. En Terrorismo y comunismo (1920) escribe: "La vía del socialismo pasa por la tensión más alta de estatización", "la militarización del trabajo", "el gobierno más despiadado que pueda existir, un gobierno que abarca imperiosamente la vida de todos los ciudadanos".
Totalitarismo puro.
La grandeza de Trotski residió en su capacidad para desarrollar una línea política original, sobrevolando los enfrentamientos entre bolcheviques y mencheviques y percibiendo la inviabilidad de la fase democrática -a diferencia de Lenin pre-17- en la Rusia zarista. Su aislamiento resultó además compatible con una práctica revolucionaria desarrollada, llegado el caso, con una excepcional capacidad de gestión. Pero ese aislamiento le fue fatal cuando se planteó la lucha por el poder a la muerte de Lenin. Era el hombre a abatir y lo eliminaron. Una vida espléndida y trágica, que salvando los escollos de la traducción el libro de Robert Service nos devuelve en un gran relato.
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