Juan Tugores Ques
Las dificultades de Grecia están poniendo a severa prueba la solidez del proyecto económico y político de Europa y por ello merecen atención singular, además de su extrapolabilidad a otros países más cercanos. Pero los severos problemas en la ateniense cuna de la democracia llaman la atención acerca de un legado incluso más peligroso de la crisis.
Los países occidentales casi nos hemos acostumbrado a considerar, a la vista de la historia de los últimos pocos siglos, que prosperidad económica, democracia política y compromisos sociales suelen evolucionar en paralelo, de modo que las economías más avanzadas económicamente asumen con más facilidad mecanismos políticos democráticos y de respeto a las libertades individuales, facilitando la adopción de políticas públicas que solemos denominar estado del bienestar. Por ello habíamos ido suponiendo que a medida que otros países “emergieran” económicamente seguirían la misma trayectoria hacia la democracia política y crecientes niveles de compromisos sociales.
Pero ¿es esta realmente la regla o tal vez la historia nos dirá que fue la excepción? Los cambios de poder económico y político a favor de las economías emergentes y algunas de las principales acreedores en las finanzas globales, muchas de ellas autocracias de diverso tipo, ¿llevarán consigo un peso asimismo creciente de sus valores de organización política y social, tan alejados de lo que consideramos deseables en las economías occidentales? ¿Es impertinente recordar que la Atenas democrática vinculada a la figura de Pericles fue históricamente breve y que sucumbió ante sociedades más militarizadas y jerarquizadas como Esparta primero y luego Macedonia?
Y hay síntomas preocupantes en muchos frentes. Desde cambios en la distribución de la renta que conducen a concentraciones en la riqueza y otras vertientes del poder, hasta las limitaciones que encuentran las políticas para impulsar con solidez la recuperación tras agotar -y en ocasiones malgastar- buena parte de sus potencialidades en actuaciones de desigual eficacia, pasando por el papel rápidamente recuperado de unos mercados financieros internacionales con creciente peso de los países con capacidad de generar superávits -de origen comercial o energético- a menudo menos democráticos que los occidentales en dificultades. Todo ello apunta a que el peor legado de la crisis puede ser una correlativa difuminación de las sociedades democráticas y sus valores, una regresión, esta sí, de alcance histórico.
Y no sé si es peor que nuestras sociedades permitan el deterioro de las instituciones que deberían contrarrestar estas derivas autocráticas o la pasividad, incluso complacencia, ante ello de algunos influyentes sectores en esas mismas sociedades. La Atenas de Pericles sucumbió ante el empuje de sus rivales, pero también por las suicidas disputas internas.
Juan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la UB.
Fuente: 6-2-2010 LA VANGUARDIA
Enseñanza del Holocausto/ Teaching the Holocaust
-
Llamamiento para contribuciones / call of papers.
El tema del monográfico de CLIO. History and History teaching
(/http://clio.rediris.es) de 2020 es: "En...
Fa 4 anys
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada